Editorial
El País, Cali
Julio 30 de 2009
Cuatro crisis en menos de tres años, producto de las intenciones de Hugo Chávez de intervenir en asuntos de nuestro país y de apoyar las maniobras de grupos calificados como terroristas por la comunidad internacional. Ese es el resumen de lo que hoy deben padecer las relaciones entre Colombia y Venezuela, que están en crisis ante las explicaciones pedidas por el Gobierno de Suecia al régimen chavista, a causa del hallazgo de lanzamisiles vendidos a su ejército, en un campamento de las Farc.
Ahora, el Presidente venezolano ordena congelar de nuevo las relaciones diplomáticas y económicas entre los dos países. Y lo hace en medio de sus acostumbradas diatribas, como si con ello sorprendiera a todo el mundo. Es su manera de encubrir lo que ya parece incontrastable. Con ello causará problemas a quienes en Colombia mantienen nexos comerciales e industriales con Venezuela. Pero, como ocurrió durante la última de las crisis que produjo el cierre de la frontera colombo venezolana, será el consumidor del país vecino el que padezca el desabastecimiento. Y será el fisco de su nación el que sufrirá el desmedro de sus ingresos, producto del contrabando impulsado por los actos de su mandatario.
Así, mientras aún no se conoce la respuesta que debe darle al Gobierno sueco, Chávez vuelve a llevarse a su embajador. Lo nuevo es que amenaza con expropiar las inversiones de empresas colombianas en su país. Es decir, ahora los rehenes son los empresarios de nuestra Nación. Ellos nada tienen que ver en la polémica y su pecado es quizá cumplir una tarea que redunda en beneficio de Venezuela. Pero, al parecer, ya no existe allá el Estado que garantiza los derechos adquiridos con arreglo a la ley, sino un régimen manejado a su arbitrio por una persona, quien decide de manera casi omnímoda el futuro de su país.
El Gobierno colombiano ya contestó la diatriba del presidente Chávez, con serenidad y prudencia dignas de reconocimiento. En el comunicado leído por el jefe de prensa de
Hoy, las relaciones entre dos pueblos unidos de siempre por la historia están en peligro por la persistencia del régimen chavista en sus caprichos intervencionistas. Y mientras venezolanos y colombianos tratan de mantener sus intercambios comerciales y de todo género, los infortunados nexos de algunos miembros del Gobierno vecino con las Farc se atraviesan para sembrar la discordia y desatar el lenguaje agresivo y pendenciero de su presidente.
Tan triste realidad ha producido incluso un pronunciamiento del secretario de
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