lunes, 27 de julio de 2009

La ley del embudo chavista

Por Jaime Jaramillo Panesso

El Mundo, Medellín

Julio 26 de 2009

El descubrimiento de los secretos de las Farc, hallados en los computadores del jefe guerrillero, alias Raúl Reyes, quemaron el rabo de paja de Hugo Chávez, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, y de Rafael Correa, Presidente del Ecuador. Pillados en cuasiflagrancia, desde entonces vienen realizando actos y enunciado palabras hostiles contra Colombia.

Nuestro gobierno se limitó a informar sobre sus contenidos, luego de su decomiso a raíz de una operación militar en legítima defensa. Interpol confirmó que los computadores no habían sido intervenidos ni mutilados o modificados sus correos, documentos escritos e imágenes.

A raíz de la confirmación de aquellas pruebas de delitos y redes criminales por el discurso del Mono Jojoy, comandante y miembro del Secretariado de las Farc, los Presidentes atrás citados se han enardecido en sus posiciones públicas contra la República de Colombia y su gobierno. Ellos dos han negado los hechos que se les incrimina y rabiosamente se pronuncian con un lenguaje de amenazas de medidas que afecten nuestra economía y las personas que viven y comercian en los puestos y ciudades fronterizas.


El convenio firmado entre Colombia y los Estados Unidos para utilizar varias bases militares con fines de control y vigilancia del narcotráfico y el terrorismo, ha desatado una cortina de humo, que muchos colombianos no han detectado, para ocultar con aspavientos y lujuria antimperialista de Chávez y Correa, el asunto de su ligamento con las Farc. Es ahí donde está el quid del problema. Los pueblos, la sociedad civil de Colombia, Ecuador y Venezuela no aceptarían ir a una confrontación militar por razones históricas y de larga cooperación y amistad. Pero hay etapas donde la opinión pública tiene que asumir responsabilidades.

Las bases militares colombianas con técnicos y militares calificados de Estados Unidos tienen valor práctico policivo: descubrir y eliminar las rutas de los traficantes y colaborar en la lucha contra el terrorismo, ambos delitos internacionales. Además sirven de reciprocidad para un TLC, para disuadir a los que mueven, o dicen mover, batallones en las fronteras y para nuestra existencia como nación. Las Fuerzas Armadas colombianas tendrán bajo su jurisdicción y mando los predios donde se asienten los militares estadounidenses.

El brinco, el enojo y la pataleta del coronel-presidente de Venezuela evidencia las intenciones proclives de su expansionismo que en Honduras tropezó. Si no tenía interés político y militar en Colombia, ¿por qué pone el grito en el cielo de su jupiterina amenaza? Chávez no recibió protesta alguna de nuestra parte cuando compró cien mil fusiles AK47, seis submarinos, veinticinco aviones de guerra, alrededor de ochenta tanques, baterías de artillería. Cuando realizó maniobras conjuntas con la Armada Rusa en aguas del mar Caribe. Cuando firmó convenio con Irán para el suministro de uranio enriquecido con fines desconocidos y locales-escuela de apoyo a la yihad islámica con fines “pedagógicos”. Todo este armamento militar e ideológico no solo es para reprimir a sus adversarios internos.


Chávez y Correa han sido pillados con las manos en la masa blanca del polvo maldito de las Farc. No podrán ser juzgados mientras estén en el poder, reciban el respaldo de sus sobornados amigos y la OEA se haga la sorda, la muda y la ciega. Con razón Tola y Maruja dicen:”Estamos de acuerdo con las bases gringas, pues Correa tiene bases guerrilleras, Chávez tiene bases rusas y Evo tiene base… de coca”.

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