Por Jaime Jaramillo Panesso
El Mundo, Medellín
Julio 19 de 2009
Los problemas de la tierra y del narcotráfico, por supuesto ligados entre sí buena parte, son los grandes nudos de la violencia colombiana.
Aunque la ocupación de la zonas agrícolas del país, desde lo demográfico, es hoy menor que en las ciudades, nadie podrá negar que es el campo el productor irremplazable de alimentos y materias primas o productos para la exportación o el transporte. Es sobre este bien universal, la tierra, en donde la confrontación armada ha centrado su accionar y donde más víctimas ha causado. Los campesinos pobres, propietarios o simples tenedores, los ocupantes de baldíos o tierras de la nación han sido afectados con la muerte, desalojo, desplazamiento. Los ganaderos y demás empresarios agrícolas han reportado desde hace 45 años secuestros, muerte, extorsiones, aniquilamiento de sus hatos a tiros de fusil. La violencia destrozó y cambió a Colombia de una manera profunda. Nuestra generación y la que crece no ha conocido un día de paz completa, como bien lo dice el Jefe del Estado.
Este daño hay que repararlo, en especial a los más desprotegidos. Sin duda que los más antiguos desalojados del campo, que llegaron a las ciudades y continúan procreando sin límites, no volverán a sus terruños porque están incluidos, alojados y emplazados en las urbes. Pero existen retornos y reclamos qué atender.
A raíz de esta intervención se entregaron 105 títulos saneados del temor y persecución, a un grupo de familias dedicadas al plátano de exportación. Pero también encontró problemas como ocupantes de tierras, propietarios sin legalización de títulos y conflictos a resolver como el de tierras que fueron apropiadas por un grupo ilegal armado como botín de guerra, pues su dueño era (aún rige en los documentos pertinentes) un destacado dirigente guerrillero.
El trabajo de esclarecimiento emprendido por
Habrá avivatos que vendieron sus tierras a precio de mercado y ahora invoquen lesión enorme, pero también hay víctimas a quienes sus tierras aparecen a nombre de los que falsearon documentos. Habrá nuevos campesinos pobres que invadieron predios abandonados y no sea prudente ni justo armar otra guerra para recuperar esos predios. En fin, muchas tierras están protegidas por la denuncia oportuna de sus dueños, lo que podrá ayudar a una labor peligrosa, cargada de trampas, pero fundamental para la paz de la república. Por fortuna, un excomandante de las autodefensas detenido ha declarado en Fiscalía y públicamente, Raúl Hasbun, que respetará la aplicación de la ley y solicita a todas a entidades públicas y privadas de Urabá, trabajar en dirección de la reparación, la no repetición y la convivencia.
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