lunes, 27 de julio de 2009

Sobre política exterior

Por: Santiago Montenegro

El Espectador, Bogotá

Julio 28 de 2009

Analizada en una perspectiva de largo plazo, varios analistas internacionales han señalado que la política exterior de Colombia ha tenido logros y resultados superiores a los que corresponderían al bajo nivel de desarrollo económico y la escasa importancia geopolítica del país y, en ese sentido, ha sido muy exitosa.

Esta afirmación puede parecer contra intuitiva y, para muchos, absurda pues varios hechos parecen contradecirla. Por ejemplo, sólo hasta hace cuatro años, en el contexto de la Visión del Segundo Centenario 2019, Carolina Barco concibió la primera estrategia de largo plazo de la política exterior que tuvo Colombia; por el estado tan lamentable que encontró, Jaime Bermúdez convocó a una misión de expertos y presentó un proyecto de ley para reformar el Ministerio de Relaciones Exteriores; las relaciones con nuestros vecinos están poco menos que destruidas; los tratados de libre comercio con los Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea están estancados y el ingreso de Colombia a la APEC está en el congelador.

¿Cómo, entonces, decir que ha habido en el pasado una política exterior exitosa? Al costo de dejar de mencionar muchos logros y la buena labor de varios cancilleres y embajadores, quiero resaltar cuatro hechos. Primero, el profesor Robert Bates, de la Universidad de Harvard, ha enfatizado cómo el excelente manejo de la política y la diplomacia cafetera de Colombia permitió crear un régimen político internacional para regular el mercado internacional del café que funcionó durante casi dos décadas. Segundo, nuestra política exterior a finales de los cincuenta y en los años sesenta fue crucial para la creación del Banco Interamericano de Desarrollo y para moldear el diseño de la Alianza para el Progreso. Tercero, Colombia fue el alma de la creación del Pacto Andino, que pese a sus debilidades y zozobras, fue en su momento un intento notable de integración y colaboración regional. Finalmente, está el Plan Colombia que, pese a todo lo que se lo ha criticado, ha sido un programa exitoso de colaboración con los Estados Unidos para devolver la seguridad y debilitar al terrorismo, si bien sus logros han sido más modestos en la erradicación de los cultivos ilícitos y el tráfico de narcóticos.

Estos hechos muestran que la política exterior de Colombia ha logrado resultados importantes. Sin embargo, ellos también señalan que sus logros han estado muy atados a personas específicas y no a una institucionalidad estable. Salvo la política cafetera, donde hemos tenido instituciones perseverantes en el tiempo, la proyección internacional de los años sesenta fue un logro personal de Alberto Lleras. Era tal su prestigio en América Latina y en los Estados Unidos que quizá no ha vuelto a haber una visita de Estado para un presidente latinoamericano de tal jerarquía como la que se le tributó en Washington y Nueva York en mayo de 1960. Esa vez, se convirtió en el único presidente colombiano que se ha dirigido ante una sesión conjunta del Congreso de los Estados Unidos. Por su parte, el Pacto Andino fue prácticamente una creación personal de su primo Carlos Lleras. Y el Plan Colombia no hubiese sido posible sin la inteligencia y habilidad de ese genio de la diplomacia y de las relaciones públicas que es Luis Alberto Moreno. Con mejores instituciones, con una visión de Estado de largo plazo, con más personas preparadas y competentes en la Cancillería y en el servicio diplomático y erradicando el clientelismo exterior, Colombia podría alcanzar una gran proyección internacional. Para el logro de estas metas, todo el Gobierno y el país deben apoyar la labor que está realizando el canciller Jaime Bermúdez.

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