Por Gabriel Prieto Rico
El Tiempo Bogotá
Julio 28 de 2009
Se ha puesto de moda por estas tierras el denominado socialismo del siglo XXI; y se ha puesto de moda no exactamente por sus bondades sociales o económicas, que, por el contrario, han sido y serán las mayores damnificadas al final, si es que después de todo habrá para todo esto un final. El señor Hugo Rafael Chávez Frías, en su inmensa locura, se siente el nuevo libertador del continente y utilizando la riqueza de su país emprendió, cual quijote, la "reconquista" de los países más pobres para someterlos a sus caprichos "socialistas", que si bien es cierto de socialista es muy poco, sí tiene mucho de camorrista. Utiliza el neo-libertador a los gobernantes de los países más atrasados de la región como mascarón de proa para intentar generar un bloque con el cual pueda, no solucionar sus innumerables problemas sociales, económicos y políticos, sino establecer su reinado en el cual espera pasar a la eternidad como el verdadero Bolívar.
Quienes desde la otra orilla analizamos el desarrollo de su dictadura, creemos que, seguramente, llegado el momento, no dudará en disparar sus cañones contra todo el que se oponga a sus intenciones expansionistas. Ha utilizado los recursos de pueblo para armar a Venezuela en una forma desproporcionada; ha establecido contactos con todos los países del otrora bloque socialista mundial, quienes, a pesar del fin de la "guerra fría", continúan empeñados en generalizar una guerra nuclear que acabe con el planeta; ha permitido operaciones conjuntas en aguas y continente suramericano, en un abierto desafío a quienes no comparten su expansionismo especialmente a los Estados Unidos; ha logrado que los gobernantes de los países que reciben sus beneficios petroleros sean sus incondicionales títeres, para, en gavilla, atacar a todo el que se atreva a actuar autónomamente.
Colombia, que guardó silencio cuando aquel hacía alarde de la compra de armamento de última generación y de sus compromisos con países como Rusia, Cuba e Irán para el intercambio de tecnología castrense, y por las evidencias que lo comprometen con el apoyo a quienes desde hace cincuenta años desangran a nuestro país, hoy recibe como contraprestación bofetadas de los autoritarios vecinos por haber acordado con Estados Unidos el establecimiento de bases militares, que no tienen otra función que la de colaborar en la solución del conflicto interno.
Colombia jamás ha amenazado a ningún país vecino; siempre ha rogado su colaboración para solucionar sus problemas internos; en cambio, el mandatario venezolano, ya en plan de guerra, nos instaló diez batallones en la frontera, apuntando sus cañones contra el pueblo colombiano, y él mismo amenazó con enviar sus modernos aviones a bombardear a Bogotá.
Por su parte, el ecuatoriano Rafael Correa se obstina en negar sus apoyos a los enemigos del pueblo colombiano, no obstante el acervo probatorio tanto testimonial, documental y fílmico en el cual se demuestra su alianza en contra de nuestro país.
La situación que vive nuestra hermana Honduras es patética de lo que le espera al resto de los pueblos comprometidos en tan aventurera situación; cada uno de los gobernantes ha recibido la orden de Chávez Frías de reformar la Constitución para reelegirse; reelegirse si se ganan o no las elecciones; al fin y al cabo, el que escruta elige. Y cualquier contratiempo representará ríos de sangre de quienes se interpongan a aceptar el totalitarismo chavista en su país.
El presidente Zelaya, aceptando órdenes de Chávez, violó su Constitución o por lo menos intentaba violarla, pues ésta solo puede ser reformada por el Congreso y en ella se prohíbe taxativamente la reelección presidencial; sin embargo, los demás poderes, al querer defender su normatividad, han recibido una campaña internacional de falsedades orquestadas por Chávez Frías, con la rara complicidad de los demócratas norteamericanos, encabezados por Barack Obama y la desprestigiada OEA.
El digno pueblo hondureño merece la solidaridad del mundo libre, pues no es posible que cualquier ambicioso, siempre que sea de izquierda, pueda violar la Constitución mientras se condena a quienes defienden la legalidad.
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