jueves, 2 de abril de 2009

Señor Sarcozy, ¡es una secuestradora!

Por José Obdulio Gaviria

El tiempo, Bogotá

Abril 1 de 2009

Xalapa es la capital del Estado mexicano de Veracruz. El sábado, por invitación del gobernador Fidel Herrera, estuve en la inauguración de la muestra de Fernando Botero, El dolor de Colombia. Fidel -así llama su gente al Gobernador- es uno de los políticos más populares de México y compite con su esposa, Rosa, en amor y conocimiento de la cultura y la historia de su región y en interés por las de Colombia. Hablamos largamente de su tierra, del camino de la conquista de Cortés, de los fallidos ataques corsarios, de la 'Guerra de los pasteles', de los versos y las melodías del veracruzano Agustín Lara, de El Tajín, epicentro de la cultura más antigua y avanzada de la América precolombina, del progreso actual del Estado...

El domingo hice ese acto reflejo de los navegantes del Internet: dar una pasadita madrugadora por los periódicos y revistas del mundo. ¡Caramba!, ahí me enteré, en 'Confidenciales' de una revista semanal de Bogotá, que yo no andaba por México en lo que les cuento, sino conspirando con no sé qué asesores, para preparar el referendo reeleccionista.

Algunos, ingenuos, tendíamos a creer que si esa revista decía una cosa, algún fundamento habría de tener. Pero en este caso, ante mi conciencia, había un testigo de que la revista mentía: ¡Yo! Yo era quien estaba en Xalapa, esa ciudad que, con apenas 500.000 habitantes, llenó esa noche un teatro inmenso con una presentación de ballet, mientras que, al lado, en un teatro intermedio, otros aplaudían a rabiar una comedia. ¡Yo!, yo era quien estaba en ese momento en esa ciudad con cinco orquestas sinfónicas, cuatro periódicos diarios y un museo como de París. Yo, yo mismo fui quien oyó, hacía pocas horas, las palabras orgullosas del embajador Luis Camilo Osorio, al cortar la cinta roja que obraba como talanquera simbólica para la multitud que copaba las calles a la espera de la hora oficial de ingreso a una pinacoteca inmensa, para apreciar la bella y trágica descripción boteriana del dolor que sentía Colombia antes de la implantación de la política de seguridad democrática.

Esa madrugada repasé mi intensa agenda de los días anteriores, para saber si soñaba o si la revista mentía. Era evidente lo segundo. Es verdad, hay testigos, que tuve un día intenso en el Centro Fox; que almorcé en su rancho con el ex presidente, su esposa, Marta, y sus colaboradores. Es evidente que hablé con José Antonio Ortega e Isabel de Wallace, dos firmes y heroicos luchadores mexicanos contra la plaga del secuestro, quienes predican que Colombia, que sufrió esa enfermedad, produjo, en el 2002, el antídoto. Es verdad que me reuní con el Procurador General y pude palpar la admiración que sienten los mexicanos por el presidente Uribe y por el embajador Osorio, quien es allí el referente obligado para aprender sobre el sistema penal acusatorio. Es evidente que estuve en un club literario..., en fin, es evidente que la revista mintió.

Mencioné la 'Guerra de los pasteles'. No hay aquí espacio para contar ese antiguo episodio, entre trágico y ridículo, protagonizado en México por los franceses. Lo están recordando porque Sarkozy fue a México para liberar de la cárcel a una redomada secuestradora capturada en flagrancia. El único argumento es que es francesa.

Isabel de Wallace, la heroína que investigó y llevó ante los tribunales a los secuestradores de su hijo, me contó su diálogo con Sarkozy, cómo lo paró y le dijo que ya era suficiente el daño que le había hecho a Colombia y a Paraguay con el tema Íngrid y la liberación de Granda. Que no intentase deslegitimar a la justicia mexicana para rescatar a una secuestradora por el solo hecho de haber nacido en Francia. Que eso es chauvinismo ramplón. ¡Oh lalá!

 

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