martes, 31 de marzo de 2009

¿Cambio de estrategia?

El Editorial 

El País, Cali

Marzo 31 de 2009

La última carta de las Farc al grupo Colombianas y Colombianos por la Paz ha producido reacciones encontradas. Unas de esperanza, porque parece facilitar el intercambio humanitario de secuestrados por guerrilleros detenidos. Y otras de escepticismo, ante los incontables incumplimientos de los firmantes de la misiva, y sus recientes ataques, que de nuevo cubren de sangre a la Nación. 

Acompañado de las acostumbradas diatribas con las cuales pretenden justificar sus actos terroristas, el texto da a entender que el despeje de Florida y Pradera ha pasado a un segundo plano dentro de las exigencias de la guerrilla. Debieron pasar cinco años para que los cabecillas de las Farc entendieran que tal concesión era imposible, tanto porque el Gobierno Nacional sabía el enorme riesgo que significaba para nuestra región, como por el rechazo unánime de los vallecaucanos, en especial, de los habitantes de esos municipios. 

Pero en el cambio también debió pesar la condena casi unánime de la comunidad internacional por los crímenes de lesa humanidad que las Farc cometen a diario contra seres humanos. ¿O de qué otra manera puede calificarse los abusos contra la libertad y los males que padecen los secuestrados que ofrecen en el canje, muchos de los cuales llevan más de diez años separados de sus seres queridos? Que no se venga a decir ahora que son prisioneros de guerra, porque durante toda su tragedia han sido utilizados como objetos publicitarios y sus derechos a la libertad y a la salud les han sido negados y sus familias explotadas para presionar decisiones.

Más delicado aún es que la guerrilla afirme que no son 22 sino 20 los soldados y policías que serán entregados en el intercambio. ¿Dónde están los otros? O que afirmen que los secuestrados por razones económicas son sólo 9, contrariando las informaciones de miles de familias que han sido objeto de toda clase de extorsiones. Muchas de ellas han pagado más de una vez el plagio y algunas han recibido apenas los restos de sus seres queridos. Son seres anónimos de todos los estratos sociales, a quienes les atropellaron su dignidad y los usaron para el enriquecimiento de sus victimarios. ¿Dónde están? 

La carta anuncia el envío de pruebas de supervivencia de los policías y soldados en su poder, para “dinamizar el camino hacia la paz”. Y exige garantías para sus voceros en el posible diálogo. Cabe preguntar, entonces, por qué ahora es tan fácil la hipotética negociación que durante años se han empecinado en volver imposible. Y por qué ahora, cuando es evidente su acorralamiento por la Fuerza Pública y la opinión nacional, las Farc vuelve a pensar que “otra Colombia es posible y se puede forjar entre todos”. ¿Acaso es hora de creerles? 

Para terminar, el movimiento anuncia la entrega a su madre de los restos del mayor Julián Ernesto Guevara. Y pide que se presione al Gobierno para que devuelva los cadáveres de alias Raúl Reyes y alias Iván Ríos, los cuales ya fueron entregados a sus familiares en Bogotá y Pereira, respectivamente. Aunque llega tarde, su ofrecimiento sólo ratifica la crueldad que han cometido con quienes han caído en las garras del terrorismo con que la guerrilla pretendió imponer sus criminales designios.

 

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