viernes, 10 de julio de 2009

La mascolla chavista

Por José Obdulio Gaviria

El Tiempo, Bogotá

Julio 8 de 2009


En un ensayito de Robert Kaplan, 'La democracia, ¿nada más que un momento?' -revista 'El malpensante' (abril 1998)- podría estar la clave para trazar una estrategia más realista que la que intentan aplicarle a Honduras ONU, OEA y Obama. Zelaya no volverá a la presidencia, eso es un hecho irreversible. No hay que ser profeta para predecirlo. Insulza puede botar toda la caspa que quiera: nunca coronará su ilusión de reinstalar al sombrerón. ¿Una tragedia? ¡Qué va!

Comencemos por distinguir entre los líderes del Alba y 'don Zelaya'. Chávez y su tropa (Correa, Evo, Ortega, el Farabundo Martí) se formaron en el marxismo. Eso los habilita para aplicar la cartilla del socialismo del siglo XXI. Zelaya, un petimetre que lo único que sabe hacer con la cabeza es ajustarle el sombrero, decidió, hace meses, atraído por olor a petróleo barato, ingresar a la cofradía chavista del Alba. Y, claro, al que le vende su alma al diablo (Venezuela y sus satélites), tarde o temprano le llega la factura: cerrar congresos, citar constituyentes, tomarse las cortes, disolver los partidos y fundar el Único de la Revolución, interferir elecciones, encarcelar alcaldes y gobernadores opositores, reelegirse a las malas. El hombre intentó, pero daba grima oírlo utilizar el diccionario de 'revolucionarismos' que le mandaron de Caracas. Para palpar la profundidad de su formación política recordemos que en la campaña del 2005 se ventiló la propuesta de establecer la pena de muerte. Zelaya se manifestó contrario; propuso, en cambio, estudiar la aplicación de la pena capital. Ese es el hombre.

Honduras ha estado durante todo el 2009 en campaña electoral. La cosa fluía bien. El Partido Nacional escogió como candidato a Pepe Lobo; los liberales hicieron lo propio con Elvin Santos (opositor al Alba y a Zelaya). Ambas consultas internas fueron nítidamente democráticas. Pero, ¡qué fue eso! La macolla albo-chavista, siempre antidemocrática, se movilizó para sabotear las elecciones porque, por A o por B, triunfaría la 'derecha'. Ahí comenzó el fin de Zelaya: Congreso, Corte, ejército, partidos estaban dispuestos a aguantarse sus novelerías 'revolucionarias' hasta noviembre, y hacer, luego, un relevo pacífico. Pero los socialistas del siglo XXI no saben de caminos de alternación y, menos, de retorno tranquilo de la oposición al gobierno. Comenzaron a fraguar un golpe contra la Constitución. Querían que su compadre del Alba, Zelaya, se atornillara en el poder para ellos seguir mandando en Honduras. Un triunfo de Lobo o de Santos les era inadmisible.

Y volvamos a Kaplan y su ensayo. Él previene -y lo demuestra con ejemplos como Kurdistán y Afganistán-, que el humanismo, llevado a la ingenuidad, conducirá, paradójicamente, a instaurar las peores tiranías. Si OEA, ONU y Obama se empeñan en reinstalar a Zelaya, lo que lograrán es generar más violencia. ¿Por cuatro meses de 'legitimidad' aparente quieren despeñar a Honduras y permitir que se instaure una dictadura de décadas? Reintegrar a Zelaya es viable si lo protege, contra su pueblo, una guardia pretoriana de Chávez y Ortega, que le imponga su presencia hostil a Honduras. Ellos achicopalarían a todas las fuerzas políticas, sociales, económicas e institucionales y Zelaya gobernaría, créanlo, como un Herodes, a nombre de una potencia invasora.

Honduras se sumiría en una asamblea callejera permanente, tipo Venezuela, único escenario que consideran democrático los chavistas. Si la OEA, en cambio, colabora, dentro de cuatro meses habría nuevo presidente, independiente de Chávez y elegido democráticamente. ¿Por qué reinstalar a Zelaya y sabotear ese proceso? Kaplan previene a los norteamericanos contra la ilusoria creencia en el triunfo final de la razón. Eso, dijo, es una forma de determinismo irrealizable. Por ejemplo, puede que en Honduras, lo más razonable sea lo que a ellos les parece la sinrazón.

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