Por Gabrile Harry H.
El Colombiano, Medellín
Julio 14 de 2009
Colombia tuvo el privilegio de comenzar el Siglo Veintiuno con un líder, que por su capacidad, conocimiento del país, de haber hecho una carrera política exitosa y ocupar tantas posiciones públicas, donde se destacó entre sus colegas, consiguió llegar a la primera posición del país con el voto que el pueblo le dio y que anhelaba una patria mejor.
Líderes no se cosechan todos los días; de una manera perversa y apasionada se observa que una oposición ciega, orquestada por algunos medios, hace todo lo posible por desvirtuar y opacar lo ocurrido en Colombia en los últimos siete años, aun con cifras y estadísticas demostrables, pero el veneno contra una persona hace que nuestro país ante el mundo, por muchos voceros de la oposición y algunos medios, sea desacreditado de una manera rastrera, con base en injurias, calumnias y mentiras.
De la década del 50 para acá, considerando el golpe del General Rojas y los acuerdos de los partidos tradicionales, con el Frente Nacional, se adormecieron pasiones, ideologías y democracia; el porqué, todos los de la época lo sabemos. Vino la distribución de posiciones, la alternación en el poder, la repartición de contratos, los auxilios parlamentarios, la complacencia y hasta la extorsión, pues para ofrecer el voto positivo para un proyecto de ley, se exigía un puesto, un contrato o algo que satisficiera al personaje.
Querer cambiar en 7 años los vicios engendrados en 50 es bien difícil y más cuando se asume el riesgo, con el carácter y firmeza que ha demostrado el Presidente Álvaro Uribe, enfrentando lo que se había tolerado por tantos años, que permeó los diferentes poderes, con su capacidad económica, asunto conocido por la mayoría del pueblo colombiano, así que no nos debemos extrañar porque algo todavía se deba corregir.
Fuera del país, al hacer tertulia con ciudadanos que no están en el juego nuestro, que reconocen los avances y ejecutorias del Gobierno colombiano en cabeza del Presidente Uribe, se lamentan de no tener en sus países líderes como el nuestro y para uno es duro aceptar que aquí no apreciamos lo que tenemos y que lo dejamos maltratar por unas minorías huérfanas de poder de una manera perversa. La indiferencia es algo que después se paga.
Las consecuencias de la desinformación no son fáciles de resarcir y el mal que le están haciendo al país en el exterior, aprovechando gobiernos de izquierda, parlamentarios que odian a Colombia y ONG europeas que no conocen la verdad, quedarán por muchos años en las mentes de personas en otras latitudes; algo más hay de fondo. Ver el procedimiento de algunos parlamentarios viajeros, deja mucho qué desear, presentando al país en el exterior, como decía el maestro Echandía, como un país de cafres; los huérfanos de poder se rasgan las vestiduras diariamente pensando en una reelección, la cual es atacada por todos los frentes, queriendo opacar al "líder".
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