martes, 14 de julio de 2009

Por una bandera blanca

Editorial

El Heraldo, Barranquilla

Julio 13 de 2009

La crisis diplomática que desde hace más de un año se vive con Ecuador se ha ido profundizando cada vez más sin que hasta el momento haya algún viso de esperanza de que pueda llegar a menguar en el corto o mediano plazo.


La orden de captura expedida por un juez ecuatoriano contra el ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos es una pieza más de la soterrada campaña que las autoridades ecuatorianas adelantan, a manera de retaliación, contra Colombia, en particular contra el gobierno del presidente Uribe.


Así lo han visto los analistas de la evolución que han tenido las relaciones entre los dos países desde marzo del año pasado, cuando se produjo la incursión militar en territorio ecuatoriano que terminó con la muerte de Raúl Reyes y otros miembros de las Farc.


En ese sentido, la solidaridad del presidente Uribe con su antiguo colaborador, la propuesta de algunos abogados colombianos de denunciar ante
la Corte Penal Internacional al presidente Correa y la negativa de la Interpol de darle curso a la orden de captura contra el ex ministro Santos no han hecho sino exacerbar más los ánimos de nuestros vecinos.


Así lo puso en evidencia el Fiscal General de Ecuador, quien reaccionó duramente contra las declaraciones de nuestro mandatario y dijo que insistirá ante
la Interpol para que haga efectiva la orden de detención.


Y, como si fuera poco, el propio presidente Correa también saltó a la palestra para lanzar una respuesta igual a quienes pretenden llevarlo a
la Corte Penal Internacional, retándolos a que lo hagan para demostrar, según sus palabras, “quiénes son los terroristas, quiénes son los vinculados a los paramilitares, al narcotráfico, en qué país existe ‘narcopolítica’, ‘parapolítica’. No existe en Ecuador”.


No hay ninguna duda, pues, de que las relaciones entre Colombia y Ecuador pasan por ‘su peor momento’, tal como lo dijera el Canciller de ese país en declaraciones recientes.


Hay que recordar, en efecto, que las relaciones diplomáticas entre Quito y Bogotá se hallan rotas desde marzo de
2008 a raíz de la mencionada incursión militar colombiana, que el gobierno del presidente Correa consideró como una invasión y una violación a la soberanía de su país.


Lamentablemente la crisis no se ha reducido al plano de las palabras y las declaraciones de altos funcionarios del Estado, sino que ha ido derivando poco a poco al terreno de los hechos.


De nada han valido, en efecto, las diferentes aproximaciones que por interpuestas personas se han hecho para intentar una conciliación entre ambos gobiernos, la intransigencia del lado oficial ecuatoriano continúa inalterable y sin signos de que vaya a cambiar.


El alivio en medio de la profunda crisis diplomática, sin embargo, era que las relaciones comerciales no se habían visto afectadas sustancialmente, a pesar de algunos anuncios de parte de las autoridades ecuatorianas de que cerrarían la frontera binacional.


A ello habría contribuido no solo la magnitud del intercambio comercial mismo (de US $1.423 millones en 2004, pasó a 2.309 millones en 2008), sino la positiva respuesta de Colombia a la solicitud de Ecuador de aumentar el suministro de energía eléctrica para atender su déficit interno.


No obstante, a partir de hoy las cosas se tornarán más difíciles pues entrarán en vigencia las sanciones comerciales que el Consejo de Comercio Exterior e Inversiones del Ecuador (Comexi) les impuso a más de 1.300 productos de origen colombiano, a los cuales se les aplicarán las llamadas salvaguardias cambiarias, que no son más que la imposición de aranceles a su importación.


En plata blanca significa que los productos colombianos para entrar al mercado ecuatoriano tendrán que pagar un impuesto que oscilará entre el 5 y el 86% de su valor.


El impacto inmediato de esta medida, sin duda, será la disminución de nuestras exportaciones, con las consecuencias negativas que ello le acarreará a nuestra economía. No se descarta que se dispare el contrabando en la frontera, lo cual tendrá sus costos en el ámbito institucional al aumentar la ilegalidad, la corrupción y demás secuelas que siempre dejan los negocios clandestinos.


Aún se desconoce si el Ministerio de Comercio Exterior tomará iguales medidas contra los productos ecuatorianos. De todas formas, en tanto que la balanza comercial entre los dos países es favorable a Colombia, serán nuestros industriales los más perjudicados en esta disputa que cada día está pasando de castaño a oscuro.


Se va a requerir, entonces, de mucha paciencia e ingentes y muy creativos esfuerzos de muchos sectores de ambos países para restablecer las buenas relaciones que siempre hemos tenido con nuestros hermanos ecuatorianos.

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