martes, 14 de julio de 2009

El siglo del perdón

Eduardo Pizarro Leongómez

El Tiempo, Bogotá

Julio 13 de 2009


A medida que la conciencia humanitaria crece a nivel internacional, muchas conductas del pasado, que eran aplaudidas y glorificadas, se miran hoy bajo una nueva óptica. ¿Cuántas películas vimos en el pasado, que alababan la colonización del oeste norteamericano que enfrentaba al vaquero blanco lleno de virtudes con el indígena malvado? ¿Cuántos libros leímos que elogiaban el colonialismo europeo en África, llevando las virtudes de la civilización frente a pueblos primitivos?

Los tiempos cambian e, igualmente, las mentalidades. En años recientes, varios jefes de Estado han pedido perdón por un pasado que ya no se mira con orgullo, sino con dolor.

El 13 de febrero del 2008, el primer ministro de Australia, Kevin Rudd, pidió perdón a las comunidades nativas por los excesos cometidos durante la expansión colonial, en especial el rapto de niños aborígenes.

El 11 de julio del 2008, el primer ministro de Canadá, Stephen Harper, pidió perdón a las comunidades nativas por la destrucción de sus tradiciones culturales. "Ahora reconocemos que fue un error separar a los niños de sus ricas y dinámicas culturas y tradiciones, y que se creó un vacío en muchas vidas y comunidades". Y añadió: "el Gobierno de Canadá se disculpa sinceramente y pide perdón a los pueblos originarios de este país por haberles fallado tan profundamente. Estamos consternados", en emotivo discurso ante el Parlamento en Ottawa.

Sin duda, hemos entrado en el siglo del perdón. El 22 de abril del 2005, el primer ministro japonés, Junichiro Koizumi, pidió perdón a los gobiernos de Asia. El discurso lo pronunció en una cumbre multilateral en Yakarta ante líderes de cien países de África y Asia. "En el pasado, Japón, a través de su régimen colonial, causó un daño y sufrimiento tremendos a muchos países, particularmente a las naciones asiáticas", dijo, y agregó: "Japón se enfrenta sinceramente a su historia con un espíritu de humildad, y con sentimientos de profundo arrepentimiento".

En la primera visita de un jefe de Estado alemán a Israel, Ángela Merkel afirmó, delante de los 120 miembros del parlamento israelí, que "la Shoa, ejecutada en nombre de Alemania, llena de vergüenza a los alemanes" y manifestó su respeto "ante los supervivientes y ante todos aquellos que los ayudaron a sobrevivir". Un gesto de reconciliación sin precedentes.

En América Latina las solicitudes de perdón institucionales a las víctimas no han faltado.

El 4 de marzo de 1991, el presidente chileno Patricio Aylwin le presentó al país el Informe Final de la Comisión de Verdad y Reconciliación. Ante sus páginas de horror no dudó en pedir perdón. "Por eso yo me atrevo, en mi calidad de Presidente de la República, a asumir la representación de la nación entera para, en su nombre, pedir perdón a los familiares de las víctimas. Por eso, también, pido solemnemente a las Fuerzas Armadas y de Orden, y a todos los que hayan tenido participación en los excesos cometidos, que hagan gestos de reconocimiento del dolor causado y colaboren para aminorarlo".

El 25 de abril de 1995, el jefe del Ejército de Argentina y actual embajador de su país en Colombia, general Martín Balza, pidió perdón por los excesos cometidos durante los años de las Juntas Militares de Gobierno (1976-1983). Tomando como propias las palabras de Hannah Arendt, afirmó: "No puedo cambiar lo que pasó. Para el pasado sólo tengo perdón, que no es olvido; y para el futuro, la promesa de que no volverá a ocurrir".

El domingo 5 de julio, en Popayán, el presidente Álvaro Uribe les pidió perdón, a nombre del Gobierno y la sociedad, a las víctimas de la violencia. Gesto de enorme valor simbólico que debe servir para reforzar el proceso de paz y reconciliación que añoramos todos los colombianos.

Es una paradoja: en el siglo del perdón y de los valores humanitarios, las Farc y el Eln no solamente no han pedido perdón, sino que siguen matando colombianos. ¿Hasta cuándo?

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