Editorial
El Mundo, Medellin
Julio 18 de 2009
Chávez, por decisión propia o de mutuo acuerdo, prefirió dejar libre el escenario para el lucimiento del camarada Castro.
Entreverada con noticias de segunda categoría, leímos ayer que el vicepresidente Francisco Santos presidió el miércoles, en representación de los países de América Latina, las sesiones del plenario de la Cumbre del Movimiento de los No Alineados, Noal, una antigualla de la “guerra fría” que todavía funciona a pesar de los enormes cambios que, para bien o para mal, ha sufrido el mundo. En los últimos tres años, la organización a la que están adscritos 118 países estuvo presidida por Cuba y ayer tomó la batuta Egipto, hasta la próxima cumbre que se celebrará en Irán, en el 2012.
Pocos jefes de Estado y de Gobierno asistieron a la cumbre que tuvo lugar esta semana en el balneario egipcio Sharm El-Sheikh. Según las noticias, difundidas en su mayoría en nuestro continente por la agencia cubana Prensa Latina, una de las “estrellas” de la cumbre fue el presidente cubano Raúl Castro, quien la instaló con un discurso dizque muy aplaudido, en el que brilló por su ausencia la verborrea antiimperialista a que nos tenía acostumbrados su hermano Fidel. Como si tuviera presente el famoso consejo del presidente Clinton - “es la economía, estúpido” – el señor Castro habló de la necesidad de que los países en desarrollo trabajen unidos para salir de la crisis. Y cuidándose de señalar a EEUU con el dedo acusador, dijo: “Como siempre ocurre, fue en los países ricos donde se originó la crisis, consecuencia del desbalance estructural e irracionalidad de un sistema económico basado en leyes ciegas del mercado, el egoísmo y derroche de unos a costa del sufrimiento de nuestros pueblos”, y terminó proponiendo algo en lo que casi todo el mundo está de acuerdo: la reforma de los organismos multilaterales de crédito, una mayor participación real de todos los países, en especial de las naciones en desarrollo, y una idea que se viene agitando, con el liderazgo de China, que merece un amplio debate: “Se debe lograr un patrón de referencia monetaria que no dependa de la estabilidad económica, la legislación o las decisiones políticas de un solo Estado, por muy poderoso e influyente que sea”. Ese lenguaje exento de retórica antiimperialista prueba qué tanto han cambiado las cosas, ya no sólo desde 1961, cuando nació el grupo en Belgrado, capital de la antigua Yugoslavia, inspirado en los principios de “neutralidad y no alineamiento” frente a las superpotencias, EEUU y la URSS, aprobados en la Conferencia de Bandung, en 1955, sino de unos meses para acá, con los aires que se respiran con el nuevo amo de la Casa Blanca, el presidente Obama, resuelto al parecer a derruir prejuicios y a dirimir viejos conflictos, empezando por el de Cuba.
No estuvo allí, para sorpresa nuestra, el coronel-presidente Chávez, quien estuvo representado por el burócrata con el título más largo que hayamos visto: ‘Viceministro de Relaciones Exteriores para América del Norte y Asuntos Multilaterales y Representante Permanente ante las Naciones Unidas de la República Bolivariana de Venezuela’, embajador Jorge Valero. Suponemos que Chávez, por decisión propia o de mutuo acuerdo, prefirió dejar libre el escenario para el lucimiento del camarada Castro, mientras que el coronel Gadafi le hacía a éste la segunda con un discurso bastante lúcido en temas como la energía nuclear. Refiriéndose a Irán – anfitrión de la próxima cumbre - dijo que “es muy peligroso desarrollar tecnología nuclear si no es para fines pacíficos. Si Irán quiere usar el uranio para la bomba pues estamos en contra”. Recordó que en el 2004 Libia suspendió su programa nuclear militar clandestino y procedió a su desmantelamiento bajo la supervisión de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) y confesó que su país estuvo cerca de conseguir la bomba atómica, pero decidió echar marcha atrás porque “el mundo había cambiado... Miramos a nuestro alrededor y no encontramos un enemigo”.
Con respecto al papel de Colombia en esa cumbre, conviene saber que el señor vicepresidente Santos suscribió la Declaración y el Documento final, en los que los Noal se muestran “determinados a revitalizar y reforzar el papel y la influencia de nuestro movimiento como la principal plataforma política de representación del mundo en desarrollo en los foros multilaterales, en particular en la ONU”; demandan “la reforma de los sistemas financiero y económico internacionales, así como su arquitectura, para reforzar la voz y la participación de los países en vías de desarrollo en la toma de decisiones”; solicitan “la reforma de la ONU y en especial de su Consejo de Seguridad” y hablan de “la necesidad de promover la paz, los derechos humanos, la democracia y la sociedad civil”. Qué tal eso: dictadores, sátrapas y aprendices de dictadores con ropaje democrático, como son muchos en los Noal, hablando de democracia y derechos humanos, mientras condenan “los asentamientos ilegales israelíes” en territorios palestinos. Para Israel iba en visita oficial el vicepresidente Santos, después de suscribir el documento de marras, en el que además se condena el golpe de Honduras, el bloqueo económico a Cuba y “los intentos conspirativos contra la vida y el gobierno democrático del presidente Chávez”, de los que, por cierto, no sólo acusan a la oposición venezolana, a la CIA y al imperio norteamericano, sino que han pretendido involucrar a un ex ministro de Colombia.
Todo eso nos lleva a la conclusión de que mucho nos habríamos ahorrado en costos económicos y políticos si Colombia se margina oportunamente de ese grupo, entre otras cosas porque no sólo estamos alineados sino en alianza cada vez más fuerte con EEUU. Es otro punto en el que, con todo respeto y cordialidad, discrepamos del manejo de nuestra política exterior, porque el señor vicepresidente no pudo haber asumido esa misión sin tener un apoyo de la Cancillería. Ahora, si hubo divergencia entre las dos instancias, es importante que se sepan.
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