Por Carlos Caballero Argáez
El Tiempo, Bogotá
Julio 18 de 2009
El ex ministro Alberto Carrasquilla puso sobre el tapete la venta de Ecopetrol como una alternativa a la reforma tributaria que el Gobierno proyecta presentar al Congreso Nacional en la semana que viene, con el fin de allegar recursos para el gasto en defensa y seguridad durante cuatro años a partir del 2011.
Para Carrasquilla, no tiene sentido que la Nación mantenga en su balance "acciones de Ecopetrol o de otras empresas siendo que tenemos tantas necesidades. Eso es un lujo que uno muchas veces no se puede dar" (Portafolio, 10-07-09, pág. 9). Estoy de acuerdo con el ex ministro en la necesidad de trasladar la totalidad de la propiedad de Ecopetrol a inversionistas privados en la medida en que el mercado lo vaya permitiendo y ojalá muy rápido. Creo, también, que se necesita una reforma tributaria profunda pero no la que se propone, que es coser un retazo más en el estatuto tributario. No es oportuno, de otra parte, presentar una reforma tributaria al Congreso con una economía en recesión y en año electoral. Idealmente, los recursos de la venta de Ecopetrol no deberían utilizarse para tapar huecos fiscales, sino para inversión.
Vender Ecopetrol sería un excelente negocio para el Gobierno y para los accionistas privados. Ambos podrían dedicarse a su "razón de ser". El Gobierno invertiría en actividades más rentables tanto económica como socialmente, como la infraestructura de transportes o la educación. A su turno, las acciones de los privados se valorizarían porque estos saldrían de un socio incómodo e impredecible. Hacerlo en forma rápida, además, contribuiría a reactivar la economía.
Con el tiempo, he cambiado mi concepto sobre las ventajas de tener empresas con propiedad mixta entre el Estado y los particulares. En el pasado, fui un fervoroso partidario de que inversionistas privados entraran a compartir con el Estado la propiedad de ciertas empresas. Promoví, por ejemplo, la venta del 11 por ciento de Bancoldex. Unos años más tarde, junto con el doctor Javier Gutiérrez -actual presidente de Ecopetrol- llevamos a cabo la vinculación de 65.000 accionistas a ISA S.A., con lo cual la participación del Estado en la propiedad de la empresa se redujo a un 57 por ciento, si no estoy mal. Y después apoyé públicamente la vinculación de capitales privados a Ecopetrol para completar el 11 por ciento en manos de los particulares para dar un nuevo estatus societario a la empresa.
Hoy en día, considero que las empresas deben ser 100 por ciento privadas o 100 por ciento estatales. Las medias tintas no funcionan. La facilidad con la cual Ecopetrol "salió" de compras y la diversidad de las mismas (Propilco, Ocensa, Hocol, adquisiciones en Perú y en el Golfo de México, etc.) mostraría que la empresa no sabía qué hacer con la plata y que los inversionistas privados están en el "limbo", a pesar de su representación en la Junta Directiva y del excelente presidente que tiene la compañía.
Vista desde afuera, la empresa continúa comportándose como un ente estatal, con la diferencia de que sus decisiones de inversión no son cuestionadas ni por el Gobierno, ni por el Congreso, ni por la opinión pública. Y de que puede endeudarse sin afectar los cupos de la Nación. La repartición de dividendos fue enorme por las necesidades del Gobierno, y la empresa está colocando bonos en el exterior para continuar su expansión. Lo que quiere decir que los accionistas privados corren el riesgo de que su acción pierda valor hacia adelante.
De ahí lo acertado de la propuesta del ex ministro Carrasquilla. Que tiene, adicionalmente, la ventaja de que en la actualidad hay un precio de bolsa que serviría de referencia con respecto a lo que se podría obtener por su enajenación. En último término, los argumentos de carácter macro y microeconómico apuntan a la bondad de vender Ecopetrol.
El Congreso Nacional ya autorizó al Gobierno para dar una participación al capital privado del 20 por ciento de la propiedad de la empresa. Es el momento de ofrecer el 9 por ciento restante y de iniciar el proceso para vender, en el futuro, el 80 por ciento.
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