lunes, 6 de julio de 2009

Un cowboy en honduras

Jaime Jaramillo Panesso

El Mundo, Medellín

Julio 5 de 2009



Don Manuel Zelaya, hacendado y patrón de varias docenas de trabajadores agrícolas, hijo de gran terrateniente en la provincia de Olancho. Mide 1.90, calza 44 en botas de vaquero, tiene cuatro hijos y lo busca la Fiscalía General de Honduras, país centroamericano en donde ejercía la Presidencia de la República, hasta el pasado 27 de julio del año en curso. Entre los delitos que se le imputan está el de traición a la patria. El individuo en mención tiene el alias de “Mel” y ha sido visto en días recientes en San José de Costa Rica, en Nueva York y en Managua.

Así debería comenzar la versión de un fiscal hondureño que necesita explicarle al mundo los rasgos de la personalidad del sustituido Jefe del Ejecutivo de su país. Sin embargo, Manuel Zelaya se encuentra libre y fuera de la jurisdicción penal que lo persigue y requiere. ¿Por qué cometieron el error de expulsarlo de Honduras en vez de arrestarlo legalmente y procesarlo por los delitos que se le atribuyen? Las hipótesis son las siguientes: Una, Zelaya hubiera convertido el juicio en una tribuna política y desviado el objetivo del proceso. Dos, sus amigos del bloque chavista hubieran inundado a Honduras de periodistas afines, espías y matones para crear desestabilización política. Tres, creyeron que respetándole la vida y la libre movilidad externa se quitarían de encima su sombra.


Zelaya, en cambio, se ha convertido en un héroe de mostacho y carramplones. Con el reconocimiento de las organizaciones internacionales como presidente constitucional de Honduras, la pelea entre el pequeño estado de América Central y el resto del mundo es una confrontación entre David nacionalista y Goliat transnacional, con una particularidad, esta transnacional se fundamenta en los principios de la democracia liberal, donde la legitimidad emana de las mayorías populares. Y Zelaya efectivamente salió elegido Presidente en 2005. Y debería entregar el cargo en 2010.


¿Qué ocurrió durante su mandato que Zelaya se quemó? Mel Zelaya quiso resolver el problema energético en el suministro de combustible y quedó en manos de Petrocaribe, empresa venezolana que le fía el 50% a 25 años con el 1% de interés. Hasta ahí el negocio era bueno. Pero Zelaya debió cambiar de bando internacional como condición que lo beneficiaba e ingresó a la Internacional Socialista del Nuevo Mundo, a la Quinta Internacional Leninista Siglo XXI. Y comenzó a dar testimonio de su ideología neoproletaria: a mediados del 2008 ordenó a todos los medios privados y durante 10 días publicar gratuito y obligatorio las noticias que el gobierno considerara positivas. A lo anterior agregó la propuesta de convocar una Asamblea Constituyente, con posibilidad de reelección presidencial, no por la vía de la reforma de la Constitución vigente y mediante el proceso requerido, sino por el caprichoso camino de la consulta popular. Resultó lo que tenía que resultar: Zelaya perdió la gobernabilidad. Se opusieron la Corte Suprema, el Congreso (es decir las otras dos ramas del poder en pleno) su partido el Liberal, los partidos contrarios, la Iglesia, las Fuerzas Armadas y una mayoría eventual de la ciudadanía.


El foco del problema está, por supuesto, en la iniciativa de Zelaya de aplicar el modelo chavista, por el cual no votó el pueblo hondureño. La forma irregular de convocar la Constituyente con el apoyo logístico venezolano es el florero de Llorente, para deshacerse de él. Pero parece que se equivocaron de método. Y el cowboy hondureño chavista es un derrotado en su patria y una víctima triunfadora en el exterior.


El actual régimen hondureño, ilegal para los de afuera y legítimo para los de adentro, no tiene otro camino que construir una nueva legalidad convocando a elecciones libres y vigiladas, así como desarrollar los procedimientos judiciales limpios y severos contra Zelaya. Si la sensatez no le falla a la OEA y a los más preclaros dirigentes de América, lo peor que ocurriría sería invadir a Honduras y desatar una guerra civil, que rápidamente mutaría en conflicto internacional. ¿Quién tira la primera piedra?

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