viernes, 10 de julio de 2009

América Latina, asediada

Por Rafael Rodríguez Jaraba

El País, Cali

Julio 6 de 2009

No es aventurado esperar que más gobiernos del mal llamado eje bolivariano terminen depuestos como consecuencia de abusos de poder y de excesos de autoridad.


El revisionismo jurídico, articulado mediante engañosas consultas populares, ha sido el instrumento de los socialistas del Siglo XXI para perpetuarse en el poder. Zelaya lo intentó y recibió el rechazo contundente de una nación harta de sus excesos y extravagancias.


Los abusos, las expropiaciones ilegales, las nacionalizaciones indebidas, el silenciamiento de los medios, el desorden de las finanzas, el aumento de impuestos y la emisión furtiva de dinero para financiar el desmesurado gasto terminarán comprometiendo la gobernabilidad de los regímenes populistas. El ajado libreto que siguen los seudo socialistas del Siglo XXI no es nuevo, pero pareciera que lo están descubriendo.


En América Latina el primer decenio del Siglo XXI parece perdido. Estos primeros años han sido malogrados por el retorno del populismo, socavando el afianzamiento logrado por algunas de sus democracias.


La demagogia, artera estrategia política que aviva ilusiones y enciende pasiones, de nuevo floreció en la región. Su retórica, que cautiva la sensibilidad de los débiles, se apoltronó en el poder, postergando el sueño de hacer de América Latina una sociedad civilizada y determinada por la educación, el respeto, la libertad y el orden.


El nacionalismo exacerbado y el totalitarismo ideológico suplantaron a la integración y al respeto entre naciones. Los discursos incendiarios, la intromisión, la tolerancia cómplice con el terrorismo y la justicia politizada han conseguido promover distanciamientos y fracturas en la unidad latinoamericana.


La región sigue avanzando hacia el abismo comunista. Pareciera que para Chávez, Morales, Correa, Ortega, Lugo y Zelaya el fracaso del régimen cubano no ha sido suficiente y quieren experimentar de nuevo su fallida doctrina.


Son muchos los ciudadanos que ingenuamente siguen creyendo que en la expropiación de la propiedad privada y en la economía central planificada está la solución de sus problemas pero, contrario a sus anhelos, la intervención gubernamental abusiva sólo logra sembrar más corrupción, desesperanza y caos.


La prédica populista, incapaz de soportar el disenso, pretende remplazar la ciencia, la planeación y la construcción del desarrollo sostenible con medidas repentistas de buen recibo popular pero insostenibles en el tiempo.


Los auxilios, los subsidios y las subvenciones, si bien tienen un efecto positivo temporal, resultan siendo inútiles, pues sólo remedian los efectos y no las causas de los problemas estructurales de la sociedad.


Los crecientes conflictos internos en los países subyugados por mesianismo vociferante de Chávez son muestra clara de la anarquía que produce la frustración de quienes creyeron que la disparatada retórica bolivariana podría resolver sus afanes sociales y sus angustias económicas.


El Despachador de Hadera dijo: “El populismo siembra ilusiones, pero sólo cosecha, frustración y pobreza. Es un camino seguro hacia la desolación, que predice corrupción, violencia y ninguna esperanza de progreso”.

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