Por Fernando Londoño Hoyos
La Patria, Manizales
7 de julio de 2009
No se lucieron las autoridades hondureñas con la manera como pusieron de patitas en la calle al presidente Manuel Zelaya. Lo menos que puede pedirse a una conjunción tan impresionante de fuerzas -las militares, la Corte Suprema de Justicia, el Tribunal Electoral, el Congreso, el empresariado, la Iglesia Católica y las mayorías populares- es cierta elegancia en la acción.
Faltó talento político y un poco de paciencia. El ricachón convertido en socialista no iba a durar mucho tiempo en la presidencia, queremos decir que no se saldría con la suya en aquello de su reelección.
Pero las reacciones histéricas del Foro de Sao Paulo, tocado en lo más intimo de sus sentimientos, explican de dónde vienen esas simpatías y qué es lo que significan.
Zelaya parecería lo más lejano a un socialista. Uno de los hombres más ricos de Honduras, dueño de vastas extensiones de tierra, perteneciente al Partido Liberal de ese país, resulta en el papel lo menos cercano a Fidel Castro y a Hugo Chávez que pueda uno suponer. Pero la pasión por el poder lo puede todo. Hasta la pirueta de renunciar a todo lo que se es, para buscar afuera el apoyo del que adentro se carece.
La OEA ha salido rabiosamente en defensa de Zelaya. Movida claro está, por Hugo Chávez, dueño de la institución y de su Secretario General, a quien hizo elegir a punta de barriles de petróleo. Ese organismo, para el que las Farc no son terroristas, declaró “Fuera de la Ley” al pueblo de Honduras y está dispuesto a jugársela toda, hasta a precipitar una guerra civil o internacional, con tal de que la pobre víctima vuelva al poder de donde lo sacaron sin calcetines.
Pero pasan las horas y los días y nadie contesta la pregunta elemental que desde Tegucigalpa hacen las nuevas autoridades. Y ella es si resulta tolerable para los de la OEA que un Presidente se alce con el poder y manipule la Constitución para reelegirse contra expresas prohibiciones de la Carta. Hablando de Golpes de Estado, lo elemental es averiguar cuál fue el primero. Zelaya, el ofendido proscrito, fue un golpista manifiesto. ¿Tenían las víctimas del Golpe de Zelaya posibilidades reales de neutralizarlo, que no fueran las muy carentes de elegancia que resolvieron adoptar?
El Foro de Sao Paulo no se deja derrotar fácilmente. Si podemos afirmar con seguridad que la señora Kirchner no tiene la menor idea de lo que es Honduras, y si igual cosa puede decirse de Rafael Correa y de Monseñor Lugo, allá estaban fatigando cámaras de televisión. Las de Telesur, por supuesto, defendiendo la libertad y la dignidad del pueblo hondureño.
A la OEA le importó un pito que Hugo Chávez se robara el referendo que a las volandas sacralizó su Secretario General César Gaviria. Nada le importa que el tirano de Venezuela amordace la prensa, se robe las empresas públicas y privadas, propine golpes de estado a los alcaldes y gobernadores elegidos con el voto popular y otras bellezas por el estilo. Tampoco le importa el grosero fraude de Ortega en las elecciones nicaragüenses. Como tampoco se inmutó cuando Rafael Correa sacó a patadas de su sede a los miembros del Congreso de ese país, y a los magistrados de la Corte Suprema y del Consejo Electoral. Y es que la democracia es buena, pero cuando conviene al Foro de Sao Paulo. Por eso Micheletti es un maldito, pero Fidel y Raúl Castro son dos maravillosos apóstoles de la soberanía popular.
Será imposible imaginar lo que pueda pasar mañana en Honduras. El avión de la Fuerza Aérea venezolana, del Alba dijo Chávez que era, está en Managua. Allá se cumplirá un mini foro de Sao Paulo y se lanzarán rayos, centellas y otros proyectiles contra Honduras. Cada atribulado Presidente del Foro se siente amenazado. Sus cargos de conciencia no los dejan dormir y no permitirán que se establezca una tan peligrosa doctrina como la que supondría el Golpe de Honduras. Con lo que se vacunarán contra ese peligro y lo que es más importante, definirán que los únicos golpes válidos son los suyos. ¿Está claro?
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