domingo, 12 de julio de 2009

De Correa viene un barco cargado de...

Rafael Nieto Loaiza

El País, Cali

Julio 12 de 2009

Como una bofetada debió sentir Correa la negativa de Interpol a emitir una orden internacional de captura contra Juan Manuel Santos. La estrategia de acoso al Gobierno colombiano desde Quito perdió una carta fundamental. Ante la imposibilidad de obtener la presa mayor, Álvaro Uribe, protegido por la figura de la inmunidad de los jefes de Estado, Santos era el blanco preferido.


Tanto a Correa como a su tutor, el teniente coronel, la posibilidad de que Santos sea presidente los aterra. Saben que el ex ministro de Defensa es de la estirpe de Uribe y que con él en el Palacio de Nariño tendrían muy difícil hacer realidad su plan de meter a Colombia en la lista de compadres del Socialismo del Siglo XXI. Uribe y Santos se han convertido en la piedra en el zapato de su plan geoestratégico expansionista. Con Bolivia y Ecuador en el bolsillo, Colombia es la pieza clave que les falta en la región andina. Perú vendrá después.


Santos representa una amenaza porque está informado de los apoyos de ambos gobiernos a las Farc. Como ministro tuvo acceso a toda la inteligencia que sobre tales actividades han obtenido las agencias de seguridad colombianas. Y conoce al dedillo las pruebas que contra Chávez, Correa y ministros de ambos gobiernos obran en los computadores de ‘Raúl Reyes’. A diferencia de lo que saben de Uribe, no están seguros de si Santos sí va usarlas contra ellos en los tribunales internacionales. ¿Habrá que recordar que el principio de no intervención en los asuntos internos de otros estados es uno de los pilares del derecho internacional? ¿Y que ese derecho prohíbe cualquier trato no autorizado con grupos irregulares de otros países y ha establecido obligaciones para los estados en la lucha contra el terrorismo?


La orden de capturar a Santos tenía nombre propio. Y, sin embargo, no era sólo contra él. Aunque no lo decía, era también contra el alto mando militar, que diseñó y desarrolló la operación, y contra Uribe mismo, en la medida en que ha reconocido que la ordenó. La orden era contra el Gobierno colombiano.


De ahí la enérgica reacción en Bogotá. Y la solidaridad del grueso de dirigentes políticos. Relevante en especial la de César Gaviria, director del Partido Liberal, quien señaló que toda interferencia internacional en la contienda electoral colombiana es inaceptable. Incluso Jaime Dussán, presidente del Polo, tuvo palabras de rechazo.


Preocupante en cambio fue el silencio de Sergio Fajardo. Es entendible que aún no sepamos cuáles son sus ideas y programas. Los está elaborando. Pero es inaceptable que no asuma posiciones. Primero, no firmó la carta de solidaridad de los ex alcaldes colombianos a Antonio Ledezma, alcalde de Caracas, a quien Chávez le arrebató la sede de gobierno y sus funciones. Y ahora, quizá por temor a fortalecer a su contrincante más fuerte en las encuestas, no dijo esta boca es mía para apoyar a Santos. Mal síntoma.


Hay que advertir que los ataques de Correa no pararán. Ahí está como prueba el aumento unilateral de aranceles de Ecuador a 1.400 productos colombianos. Y habrá que prepararse para otra demanda en
la Corte Internacional de Justicia, esta vez por el bombardeo al campamento de ‘Reyes’. Más tarde vendría una en la Corte Penal Internacional.

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