viernes, 10 de julio de 2009

El uso de todas las formas de lucha

Saúl Hernández Bolívar

El Tiempo, Bogotá

Julio 6 de 2009


No es una casualidad que un juez de un pueblo perdido de la selva ecuatoriana eleve cargos por homicidio contra el casi seguro heredero de la política de Seguridad Democrática, sobre todo ahora que el referendo reeleccionista está tan enredado y cuando tan conspicuos personajes -como Obama, ni más ni menos- le hacen coro de sirenas al presidente Uribe, pero para que supere la encrucijada de su alma y desista de un nuevo mandato.

Juan Manuel Santos es el principal contradictor de Hugo Chávez en Colombia desde que denunció, por allá en el 2004, la carrera armamentista emprendida por el teniente coronel mediante adquisiciones multimillonarias de jugueticos rusos. Desde entonces, los roces han sido continuos, y no le debe haber caído nada bien a Chávez que Santos hubiera estado al frente de tantas operaciones exitosas contra las Farc, principalmente la que dio cuenta de 'Reyes' en Ecuador, donde además se presentó el afortunado hallazgo de sus infidentes computadores.

Colombia es un objetivo mayúsculo para el proyecto chavista. En Miraflores se mantienen al tanto de los pormenores de nuestro ajedrez político. Saben que, una vez que se ha complicado el camino de la reelección, el enemigo por sacar del camino es Santos. Entre los candidatos uribistas, Andrés Felipe Arias también tiene buena figuración en las encuestas, pero sin claras posibilidades de ganar. El resto de interesados -con un par de excepciones, quizás- defienden la Seguridad Democrática, pero sólo de labios para afuera porque en realidad, con sus críticas y contrapropuestas, destapan sus intenciones de bajar completamente la guardia y permitir el rebrote de las guerrillas y, como consecuencia, también del paramilitarismo.

Es obvio que para las Farc y sus amiguetes continentales, es una prioridad oxigenar a la subversión impidiendo la continuidad de Uribe o la reelección de sus políticas a través de alguno de sus discípulos. Desde el 2002 se supo que la guerrilla iba a pasar de agache "el chaparrón de Uribe", y a fe que en el primer periodo lo hicieron tan bien que iban a sobrevivir casi intactos. La reelección les cayó como un cáncer, los hechos lo demuestran, Íngrid Betancourt lo confirmó. Pero esta es una patria boba, donde un gobernante que arrasa en las urnas es sacado a sombrerazos por una minoría escandalosa, una Corte Suprema que no tiene apoyo del soberano y la torpeza de quienes promovieron la campaña de recolección de firmas.

Ahora, es evidente que la persecución contra Santos lleva implícita otra intención, y es la de poner de presente que quienes osen atravesarse en el camino de la revolución la podrían pagar caro. Es una estrategia que está íntimamente ligada con la guerra política y jurídica de que vienen siendo víctimas nuestras Fuerzas Militares con un claro efecto desmoralizante. La muerte de 'Reyes' fue un golpe demoledor para las Farc, pero más para sus auxiliadores, y la menor revancha a la que están dispuestos es a dejar en claro la advertencia de que perseguirán a todo funcionario que les propine golpes letales. Este es apenas el principio, ya sabemos el calvario al que pretenden someter al presidente Uribe una vez que abandone el cargo.

No hay que olvidar, sin embargo, que el inventario de desatinos de las Farc es monumental. Sus errores de cálculo son históricos. Con un despropósito de esta magnitud, Correa está convirtiendo a Santos en el paladín que necesita Colombia para mantener las políticas del actual gobierno y él en su jefe de debate, su principal promotor. Con Chávez, va a terminar catapultándolo al poder en caso de que Uribe no opte por otro periodo, solucionando una de las mayores preocupaciones del uribismo: si los votos de Uribe no son endosables, los ataques de Chávez y Correa -convertidos ahora en persecución judicial- parece que serán decisivos a la hora de definir el nuevo inquilino de la Casa de Nariño.

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