Por Alexander Cambero
El Tiempo, Bogotá
Julio 17 de 2009
La sola comparación entre nuestro Libertador Simón Bolívar y el presidente cubano, Fidel Castro, es uno de los escarnios más atroces que ha recibido el héroe en su luminosa perpetuidad.
Ni siquiera la Corona española se atrevió a colocar al caraqueño en el mismo saco en donde estaban sus peores adversarios. Al final, aceptó el deseo de los americanos a ser naciones libres. Pocas veces despotricó del genio inmortal, y mucho menos lo comparó con personajes tan aberrantes como sí lo hizo Hugo Chávez.
Es más, en el año 1983, el rey de España, Juan Carlos de Borbón, pronunció el discurso principal en el año del Bicentenario de Bolívar, en donde reconoció la epopeya independentista. Que un hombre de su alta envestidura concurriera hasta Caracas para presidir junto al presidente Luis Herrera Campins aquella memorable jornada de gentil compromiso historiográfico reivindica la pertinencia del mensaje liberador de Bolívar como faro irredento del continente.
Hugo Chávez tendría que padecer de alguna alucinación para equiparar la gesta gloriosa del Padre de la Patria con la de uno de los carniceros más temibles de la historia contemporánea. El solo hecho de confundir los roles de ambos en su tránsito terreno denota crasa ignorancia. Es tratar de hacer gentil al puñal que desgarra las vísceras del oponente.
Nuestro paladín fue un hombre que defendió con hidalguía los procesos inherentes a la libertad. En cambio, Fidel Castro instauró un régimen de terror en donde murió un número incontable de personas en nombre de un proceso revolucionario, que es la prueba más palmaria de lo equivocado que es el socialismo como alternativa para las sociedades modernas.
La administración cubana acabó con los medios libres y la propiedad privada, amputó el derecho que tenían los ciudadanos de poseer una buena educación. En la isla, todo el mundo vive bajo la égida del terror. Prefieren morir en las mandíbulas de un tiburón que vivir en una gigantesca cárcel.
Un gobierno que parece un pordiosero internacional. Ayer vivió gracias a los soviéticos; hoy, Venezuela mantiene toda aquella podredumbre y ruina moral. Un gobierno desvergonzado que se arrastra para obtener las migajas que caen del plato petrolero. Sin la dignidad de levantar una bandera democrática, que los haga una administración de emprendedores y no de sanguijuelas.
Comparar a Simón Bolívar con Fidel Castro es sentar en la misma mesa al ilustre caraqueño con un dictador que tiene las manos llenas de sangre. El ejército comandado por El Libertador llevó dignidad a los pueblos. En cambio, el sátrapa habanero es el responsable de asesinar los sueños de una república profundamente destrozada. Su democracia revolucionaria se circunscribe al pequeño grupo que se enriquece en detrimento del resto de la población.
Seguramente se removió el sarcófago que guarda las sagradas cenizas del padre de la Patria, al escuchar semejante disparate. Solo una mente perforada por el fanatismo o la carencia de materia gris puede atreverse a tanto.
No tienen derecho a ensuciar la memoria de Simón Bolívar. Él representa valores que están muy lejos de ser compañeros de las fantasías de un parricida. Tratar de ponerlos en el mismo pedestal es como si volviera a morir en San Pedro Alejandrino.
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