Por Eduardo Herrera Berbel*
El Colombiano, Medellín
Julio 17 de 2009
Es hora de que los colombianos reflexionemos sobre cuál es la seguridad democrática (SD) que el país necesita de 2010 a 2014. Si nos atenemos al síndrome SD, muy en boga en estos días, la respuesta sería: la seguridad democrática debe seguir. En efecto, ningún candidato presidencial o movimiento político ha intentado descartarla o excluirla de sus programas de gobierno. Si lo hicieran, sería un suicidio político, por demás anticipado, frente al debate electoral que se avecina.
Unos pocos colombianos, de manera tímida, revelan ciertos matices diferenciadores en el marco de la dialéctica del sí pero no; otros, se declaran defensores de oportunidad y se amparan en la sombrilla de la credibilidad y de la legitimidad, de la actual SD; algunos repiten sin descanso que se debe reelegir la SD en 2010 y punto; a todo lo cual se suman los pocos intentos de convertirla en una Política de Estado, inclusive, desde la actual administración.
Sería excelente que los potenciales comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas nos informaran más allá de la retórica partidista, cuál es su concepción de la seguridad y la defensa nacionales. Cuál es su valoración estratégica de los actores violentos internos, riesgos y amenazas transnacionales. Cuál es el tipo de victoria que pretenden alcanzar en su mandato, ante los actores antidemocráticos. ¿Cómo piensan garantizar la sostenibilidad política y financiera de la SD? ¿Cómo la van a blindar políticamente, para evitar órdenes de captura ilógicas como la del juez de Sucumbíos, contra el ex ministro de la Defensa nacional, Juan Manuel Santos?
La beligerancia armada de los actores violentos continúa a la orden del día y no se puede desconocer, no nos llamemos a engaños. Las Farc y el ELN no se encuentran en los estertores finales, aunque están mermados y afectados estratégicamente. Hoy, todavía siguen con una extraordinaria capacidad de daño por medio del terrorismo.
No es el momento para frases de cajón. La seguridad y la defensa de los colombianos no permiten ambigüedades, apaciguamientos ni vacilación alguna. Todo lo contrario, demandan voluntad política y sostenibilidad financiera abierta y decidida. Por lo tanto, es un imperativo saber ¿cuál es el horizonte de seguridad que les espera a los colombianos del 2010 al 2014? Es imprescindible que los candidatos presidenciales no se escuden en distractores y premisas dirigidas más a la galería que a la definición real de una estrategia de seguridad renovada y viable, que trascienda los excelentes logros alcanzados por la SD, en las dos administraciones del presidente Uribe.
Ya es hora de que cada candidato presidencial nos diga, ¿cuál es la concepción de la seguridad en su propuesta de programa de gobierno? Si ha pensado consolidar el proceso de la seguridad, ¿pretende conseguir una derrota militar sobre los violentos? Ha pensado ¿en explorar caminos de diálogos, que permitan visualizar un horizonte cercano de paz y reconciliación nacionales?
El momento actual exige claridad sobre la caracterización del conflicto, como condición sine qua non para alcanzar la paz, y desde luego, contar con liderazgos fuertes, con carisma y sin imitaciones insulsas y cantinflescas.
La seguridad es un bien público que debe preservarse y que exige consensos mínimos en su formulación y desarrollo. En la formulación y desarrollo de la seguridad, deben prevalecer los intereses nacionales y una voluntad política inquebrantable para someter a los violentos al imperio de la ley.
* Mayor General (r) Ejército Nacional
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