Por Eduardo Mackenzie
Blog Debate Nacional, París
Julio 14 de 2009
Estoy convencido de que la doctrina de la Seguridad Democrática seguirá siendo aplicada en Colombia durante los próximos cuatro años, pues el presidente que será elegido en mayo de 2010 saldrá del campo uribista, o será el mismo presidente Álvaro Uribe.
La reelección de un mandatario como Álvaro Uribe es una necesidad imperiosa dictada por la razón objetiva. Los enormes desafíos que enfrenta Colombia, a nivel interno y, sobre todo, en su vecindario internacional, hacen que los colombianos piensen que la continuidad del liderazgo político y del modelo seguido desde hace siete años (y no la ruptura y la improvisación) es la opción más sabia pues ella ha dado resultados excelentes, que superan incluso las esperanzas que el electorado tenía en ese aciago año de 2002.
2002 simboliza toda una época llena de violencia y oprobio contra el pueblo, aquella de los 30 000 guerrilleros y de los 20 000 paramilitares armados hasta los dientes, de los 3 000 secuestros al año y de la “negociación política” como única solución a eso. Todo estaba programado en aquel entonces para alcanzar la paralización del Estado y la destrucción de las libertades mediante la política de la capitulación disimulada ante los terrorismos. Una cierta enfermedad intelectual triunfaba en todas partes. Esta decía que la victoria de la guerrilla marxista era “ineluctable” y que el Estado y la sociedad sólo podían acomodarse a eso mediante una serie de concesiones. Era la época en que Colombia era vista en el exterior, con razón, como un “failed state”.
Gracias a los dos mandatos de Uribe esa dinámica suicida fue revertida. La integridad institucional y económica de Colombia fue preservada y fortalecida y la seguridad interna del país recibió, quizás por primera vez desde la presidencia de Guillermo León Valencia (1962-1966), la enorme atención que merecía.
Los más de cuatro millones de personas que firmaron la iniciativa ciudadana para convocar el referendo y la encuesta de Invamer-Gallup publicada el 11 de julio de 2009 muestra que los colombianos saben eso y quieren la continuidad creativa que propone el campo uribista. El 76% de los consultados estaría, en efecto, dispuesto a votar a favor del presidente Uribe si finalmente se aprueba la consulta popular para definir la posibilidad de que él se postule a un tercer mandato en 2010. Ese mismo sondeo de opinión dice que en caso de que Uribe no pueda aspirar a un tercer mandato la preferencia sería para el ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos con un 36% de respaldo.
Esos resultados echan por tierra la falsa imagen que estaban creando ciertos círculos, los mismos que defendían ayer la teoría de la capitulación gradual. Enquistadas sobre todo en el poder judicial, en el seno de algunos partidos y en ciertos medios de comunicación, esas minorías tratan de imponer, mediante una tenaz y tramposa campaña, un efecto de amnesia sobre lo que el país avanzó en estos dos mandatos. Quieren desacreditar la doctrina, los hombres y los héroes de la Seguridad Democrática, relanzar el tabú de la reelección y dictar a los colombianos lo que deben pensar. Lamentablemente, ni el mismo Barack Obama se abstuvo de hacer esto último. "Nuestra experiencia es que, después de ocho años, usualmente el pueblo desea un cambio", le dijo el mandatario norteamericano al presidente Uribe durante su reciente visita a Washington. Empero, la equívoca estimación de Obama[i] no convenció a la opinión colombiana quien, de hecho, le respondió mediante la encuesta de Invamer-Gallup.
Lo que se ve a la luz de ese sondeo, y de la gran durabilidad del respaldo popular que tiene Álvaro Uribe, es que, para las mayorías, él es la personificación misma de Colombia, la expresión viva y actuante de la capacidad de resistencia del país frente a la violencia, a la ideología de la decadencia izquierdista, y del vigor de nuestras instituciones democráticas y republicanas.
Curioso es que los enemigos de la reelección de Uribe no supieron qué decir ante la propuesta de reforma constitucional impulsada por el presidente del Brasil, Luis Inacio Lula da Silva, que le permitiría ser elegido por tercera vez en 2010. Tal iniciativa fue rechazada por el Congreso brasileño pero ahora Lula ha hecho saber que espera poder ser reelegido en 2014. Parece que tres elecciones de Lula serían buena cosa para algunos pues él es socialista[ii] pero no lo sería para un presidente liberal como Uribe, quien tiene una trayectoria tan o más brillante y popular que la del presidente brasileño. Lo que ocurre hoy en Colombia refleja, no obstante, la crisis de ese maniqueísmo.
Fuera del campo uribista no se perfila un candidato que tenga claro qué es lo que está exigiendo Colombia. En el campo variopinto de la oposición casi todos avanzan con careta. El uno agita la bandera del buenismo, seductor y vano, el otro blande un catálogo de quimeras por un mundo mejor, el otro sacude el trapo de la tolerancia apenas disimulada con la violencia de izquierda, sin olvidar la música “moderada” y “progresista” del otro que oculta mal su fiebre antiliberal y chavista.
Ninguno quiere ver la realidad: la amenaza del “bolivarismo” que pretende hacer de Colombia la narco republiqueta que estaba en vías de construir en Honduras a través del señor Zelaya.
En los próximos días, del 20 al 30 de julio, se realizará en Colombia un movimiento para exigir que “se dé curso a la conciliación del proyecto de Referendo”. Los impulsores son los jóvenes que lanzaron las manifestaciones gigantescas del 4 de febrero de 2008 por la liberación de los rehenes y contra las Farc. Ellos fustigan ahora la “ínfima minoría del Congreso que, en alianza perversa con un sector de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia”, trata de “desconocer la voluntad de los cuatro millones de colombianos” que firmaron la iniciativa para convocar el referendo. Ellos merecen el apoyo de los colombianos. Los legisladores y la CSJ deben oírlos y aprobar la conciliación. El momento es crucial para la democracia de Colombia.
[i] Si hay un país donde los presidentes son elegidos y reelegidos son los Estados Unidos. Barack Obama parece haber olvidado que Franklin Delano Roosevelt ejerció la presidencia de su país durante tres mandatos (de 1932 a 1944) y que fue reelegido una cuarta vez, en 1943, mandato que ejerció hasta su muerte en abril de 1945. ¿Quién puede olvidar que el presidente Roosevelt dijo a sus conciudadanos, una y otra vez, que “no se debe cambiar de piloto en medio del rio”. Esa frase se puede aplicar al caso de la Colombia de hoy.
[ii] Las reelecciones de Hugo Chávez en Venezuela y de Rafael Correa en Ecuador no son evocadas aquí pues no son fenómenos comparables. A diferencia de los casos colombiano y brasileño, en Venezuela y Ecuador los trámites no respetaron los cauces legales pues en ellos intervinieron la violencia y el fraude electoral.
1 comentario:
Parece una tendencia de esto de que los sudamericanos querramos defender la democracia a tráces de la reelección y me parece bien porque los pueblos son los que deciden su destino.En cuanto a la consolidación del poder.Poder-control,control-poder .No estoy de acuerdo.El poder tiene que estar dividido para que este bien controlado.Algo que ocurrio en Argentiona que se desconfiaba de los Kirchner porque trataban de unificar el poder y el control.Finalmente el pueblo hablo en democracia y no lo pudieron hacer.
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