Editorial
El Tiempo, Bogotá
Junio 12 de 2009
Hoy comienza la tercera semana de la crisis política desatada por el golpe de Estado en Honduras, y las esperanzas para una salida pronta al conflicto centroamericano se disipan. La semana pasada se abrió una luz al final del túnel al anunciarse la mediación de Óscar Arias, presidente de Costa Rica que obtuvo el premio Nobel de Paz en 1987 por su papel en los procesos de paz en Centroamérica.
Sin embargo, tras dos días de conversaciones en San José, no se dio el esperado encuentro entre los dos mandatarios hondureños, el depuesto Manuel Zelaya y el que ocupa el poder, Roberto Micheletti, ni salieron mayores progresos hacia la restitución de la normalidad constitucional en Tegucigalpa. Las posiciones de unos y otros siguen distantes y el gobierno de facto reitera que el siguiente destino del mandatario derrocado debería ser la cárcel y no el Palacio presidencial.
Las ilusiones de un rápido acuerdo logrado por Arias, con el apoyo de Estados Unidos, se transformaron el viernes pasado en las perspectivas de un largo proceso de negociación sin tiempos ni metas claras. El esfuerzo mediador de Costa Rica también generó fisuras en el sólido bloque hemisférico de condena que se generó a raíz del golpe del 28 de junio. Después de casi quince días con Washington y Caracas en el mismo lado, el presidente venezolano, Hugo Chávez, volvió a atacar a Estados Unidos al calificar la mediación de Arias como una "trampa" y un "aborto de Washington".
Esta segunda semana de crisis política se cierra con más dudas que certezas. La capacidad y las herramientas diplomáticas de
Hugo Chávez también sale debilitado. Luego de liderar la arremetida de su bloque, el Alba, para forzar el regreso del hondureño al poder con presión diplomática y apoyo logístico, la decisión de Washington de darle primer plano a Arias y restárselo a
Este golpe militar es una prueba de fuego para la política exterior de la entrante administración de Barack Obama hacia América Latina. Hasta ahora,
Los espacios para que Obama endurezca su posición frente al régimen de facto hondureño son varios: llamar al golpe por su nombre y cortar la ayuda económica. Sin embargo, dado su historial negro en la región centroamericana, la situación en Honduras le abre a Estados Unidos una oportunidad para convertirse en el garante de la eventual resolución obtenida en Costa Rica. Por las muestras de pragmatismo que Obama ha dado en su política exterior hacia otras regiones, este podría ser su camino en las próximas semanas.
Pero los mayores beneficiarios de esta semana que termina han sido los gobernantes interinos de Honduras. Mientras más tiempo pase, el regreso a la presidencia de Zelaya se complica, y su período expira el próximo enero. Si los golpistas adelantan elecciones y las celebran de manera justa y libre, se mantienen en el poder y lo entregan al ganador, el orden constitucional volvería a su cauce. El reloj corre en contra de las aspiraciones del depuesto mandatario y sus aliados.
Esto no quiere decir que esa sea la solución perfecta. El golpe en Tegucigalpa ha puesto en el tapete nuevamente el debate de la democracia en América Latina: qué la constituye, qué la define y qué la limita. En el espejo de Honduras, muchas élites políticas hemisféricas han visto reflejados tanto la madurez de algunos sistemas de la región como los peligros, latentes y evidentes, de otros. También su incapacidad inocultable, como en el caso de los países centroamericanos, de cumplir con la promesa social que la democracia implica.
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