Salud Hernández-Mora
El Tiempo, Bogotá
Julio 12 de 2009
Hace seis años que no tienen una prueba de supervivencia. Seis años sin saber de su hermano absolutamente nada, dando por sentado que sigue vivo porque se lo susurra el alma. Wilson Rojas -cara de niño bueno en la foto que me regaló la admirable líder de Asfamipaz, Marleny Orjuela- cumple este fin de semana diez años en cautividad, al igual que sus cuatro compañeros: José Libardo Forero, Jorge Humberto Romero, Jorge Trujillo Solarte y Carlos José Duarte. Secuestrados todos en la toma de Puerto Rico (Meta), ocurrida entre el 10 y el 12 de julio de 1999.
La tortura continuada a la que someten las Farc a policías y militares y a sus familias no tiene pausa ni compasión. Borraron los carceleros la palabra humanidad y dejaron que el corazón se les volviera de piedra para mantener a esos seres humanos días y noches sin cuenta, en un encierro demencial. Son conscientes del suplicio que imponen a unos muchachos inocentes y a su gente, sólo para demostrarle a un mundo que los desprecia y repudia, que siguen siendo fuertes. No hay justificación alguna para mantenerlos secuestrados y de ese crimen eterno no saldrán impunes los jerifaltes guerrilleros.
Sería bueno que recordaran que hay tribunales internacionales donde su delito no prescribe y en los que no se permiten amnistías al amparo de paces ficticias. Que sepan desde ya que organizaciones como
Deberían aprovechar la puerta que les abren y permitir a Piedad Córdoba regresarlos a todos, comenzando, si prefieren, por Pablito Moncayo y el soldado José Daniel Calvo. Que suelten al resto de forma simultánea, en una o dos semanas, para no castigar más a los familiares, retorcidos de la angustia cuando comienzan con el juego de liberar cautivos con cuentagotas, escogidos al azar. Esa ruleta inhumana, tremenda, donde las mamás, papás, hijos y hermanos aguardan a ver si esa vez la bolita se detiene en su casilla, no debe permitirse más.
No ignoro la dificultad de hacer entrar en razón a las Farc para que den un paso con sentido político, porque lo de humanitario en ellos es quimérico, y esa debería ser la labor de Piedad: derribar imposibles. El presidente Uribe le permite de nuevo jugar un papel protagonista, aunque limitado, pero ella, que es persistente, conoce bien a ambas partes y ha hecho mucho lobby fuera, no debería desperdiciarlo y si tiene que correr la barrera que le imponen en Casa de Nariño, que la corra.
Y que la presión esta vez caiga sobre la cúpula guerrillera. Que el ex ministro venezolano Ramón Rodríguez Chacín y su líder Hugo Chávez les hagan saber a sus protegidos farianos que la fiesta se acabó, que es esta vez o nunca. Que echarán a patadas de Venezuela a los comandantes que allí se refugian si no le hacen caso a la negra y empujan la entrega. Y que su satélite subversivo, Daniel Ortega, y otros presidentes que comen de su mano, Evo Morales y Rafael Correa, envíen un mensaje nítido al Secretariado de que si no se suben al tren de Piedad, les darán para siempre la espalda.
Aunque las Farc hacen como si el planeta les importara un pito, lo cierto es que les preocupa su imagen con los vecinos. Y si Uribe, como creo, no consigue sacar el referendo, se les irá el enemigo por antonomasia y la posibilidad de seguir echándole la culpa de la suerte de los secuestrados.
'Alfonso Cano' conoce que su botín ya no preocupa en París ni en Washington, una vez Íngrid y los gringos recuperaron la vida. Y que en un canje haría el ridículo, porque los presos que no quieren volver al monte superan con creces al escuálido grupo que aceptaría regresar a filas. Por tanto, puede inventar razones para teñir de buena voluntad el gesto, de decisión política en tiempo de elecciones, pero que mueva ficha. El tiempo corre.
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