Por Eduardo Mackenzie
Blog Debate Nacional, París
9 de julio de 2009
Hace casi siete años que los comunistas colombianos sueñan con carbonizar el gobierno de Álvaro Uribe que le ha hecho tanto daño a las Farc. Ayer, un grupo de esa corriente desembarcó en la sede de la Corte Suprema de Justicia para exigir, como si los magistrados estuvieran a sus órdenes, que le devolvieran al presidente de República la terna que él les había enviado unos días antes. La elección del nuevo Fiscal General de la Nación les quita el sueño a los comunistas a tal punto que se arriesgaron a realizar esa nueva intriga palaciega que podría devolverse contra ellos.
La clique de conjurados asegura que el presidente Uribe no tiene derecho a elaborar la importante terna pues él estaría, según ellos, “impedido” para hacerlo. ¿Impedido por qué? Según los flamantes “ciudadanos”, como los llamó con una cierta ironía un diario de Cali, que se presentaron en ese despacho, el presidente de la República estaría "implicado” en una “investigación que se sigue por la masacre del Aro”, en donde un ex paramilitar, agregan, “lo señaló como comprometido en estos hechos”, y que por ello no debe él participar, como lo exige la Constitución, en la elección del nuevo Fiscal general de la Nación.
Toda la técnica del engaño mamerto está allí bien plasmada. Los señores injurian primero, calumnian después y acusan más tarde con el propósito de que su víctima termine de alguna manera “implicada”, como ellos dicen, en una “investigación” judicial. No es necesario que su víctima haya cometido un crimen. No es necesario que la justicia la haya condenado o absuelto. Lo que importa es que alguien la haya acusado de algo escabroso y que un compañero de ruta infiltrado en la esfera judicial acoja la calumnia y se preste al resto de ese juego ruin. “Implicar” es la palabra clave. “Implicar” en lugar de probar. “Implicar” y mentir. “Implicar” y timar. “Implicar” y jugar con la prensa. Tal es la mixtura secreta que mueve la maquinaria leninista diseñada para asesinar civilmente a la gente.
Iván Cepeda, quien no le ha pedido todavía a las Farc que dejen de matar colombianos en nombre de su padre, parece ser quien dirige la nueva maniobra. Los otros son sus amigos de ocasión, miembros de una oficina de abogados experta en montar celadas jurídicas en nombre de la revolución socialista que está, según ellos, a la vuelta de la esquina.
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