miércoles, 15 de julio de 2009

Loor a los héroes

Por Alfonso Llano Escobar

El Tiempo, Bogotá

Julio 15 de 2009


Hoy quiero poner a su consideración, estimado lector, hechos ciertos, pero ocultos, de la vida colombiana, cuya lectura no puede dejarlo tranquilo, indiferente, igual: el heroísmo de nuestros soldados y policías, ciudadanos hermanos nuestros, que suelen quedar ocultos, y sus cuerpos cubiertos con el polvo del olvido en los campos de batalla.

Aclaración: me referiré, en forma exclusiva, a soldados y policías, no al Ejército en general, ni a sus jefes militares, lo que me obligaría a tratar el tema con espíritu crítico, en gracia a la verdad.
Tratemos de enumerar algunos hechos relacionados con estos héroes ocultos.

1º. Su heroísmo: estos miles, perdón, centenares de miles de hermanos nuestros, exponen días y noches, en regiones lejanas, sus vidas, su salud, su bienestar y el de sus hogares, por la Patria. No podemos olvidar: estamos en guerra desde hace más de cuarenta años -no faltará quien diga que desde las guerras de la Independencia: dos siglos-, una guerra que adelantan en frentes de combate, de ordinario en selvas y montañas, nuestros soldados (350.000) y policías (150.000). ¡Loor!

2º. ¿Quiénes son? Hombres desconocidos. Ni usted ni yo sabemos sus nombres y apellidos, su lugar de origen, el día de su reclutamiento, cuándo y dónde cayeron o están en pie, pero allí están, son nuestros, hermanos nuestros, colombianos. ¡Loor!

3º. ¿Quiénes quedan? Otros, que sobrevivieron, pero maltrechos, se encuentran, tendidos en lechos de dolor, en hospitales y clínicas del país, o en centros de recuperación psicológica. Piense: jóvenes mutilados por minas antipersona o balas fratricidas, de 20 o 25 años, quedan para el resto de sus vidas, tendidos en lechos mudos de hospitales, escondidos para la sociedad, o vagando por la ciudad o por las calles de sus pueblos de origen, apoyados en muletas y arrastrando, por los caminos de la vida, su suerte desconocida y doliente. ¡Loor!

4º. ¿Por qué luchan, por qué caen? Por la Patria. Bello nombre que, bajado de su pedestal, significa: la seguridad, la prosperidad y el bienestar suyo y mío, de los suyos y de los míos. Piense: si gozamos de paz y prosperidad, se lo debemos, en buena parte, a ellos, a estos héroes valientes y desconocidos, que luchan para que nosotros vivamos en relativa paz y seguridad. ¡Loor!

5°. ¿Qué han logrado con su heroísmo? Mucho. Hoy, Colombia es un Estado de derecho, que no lo era recientemente. La ley impera en todo el suelo colombiano. En todos los pueblos y rincones de la Patria, desde una discreta garita, ondea una bandera y vigila un soldado, símbolos de seguridad, de legitimidad, de democracia y constitucionalidad. ¡Loor!

6°. ¿Qué merecen? Reconocimiento, palabra sagrada que significa dos cosas, distintas pero relacionadas entre sí. Ante todo, identificación de las personas y de los hechos, reparar en ellos, en su heroísmo, y, segundo, gratitud que hay que concretar en hechos; por ejemplo, una oración por su eterno descanso, un aprecio de su heroísmo, una alabanza a los presentes, soldados y policías que encontremos en nuestras ciudades y carreteras, aunque sólo sea con la señal de la victoria: una V en alto que les diga: felicitaciones, bien por ustedes, héroes de la Patria; un vaso de agua fresca para el que encontremos sediento a la vera del camino; aprecio de sus familiares, y apoyo en la realización de sus ideales y tareas. Pero hechos, no palabras vacías y engañosas. Ayuda en efectivo, si es posible, y cuidado médico de por vida. No es un don, es un derecho.

7°. ¿De parte de quién, este reconocimiento? Indudablemente, de parte del Estado, de sus jefes militares, familiares y vecinos, y ya se hace, pero creo que podría hacerse más. De parte de las autoridades de la Iglesia, dígase lo mismo. De todo colombiano sensato, por encima de género, religión o estrato social, de todo colombiano bien nacido, debe salir este reconocimiento. Todos a una voz digámosles: ¡Gracias, héroes, loor, gloria, eternidad! Para siempre estarán en nuestros labios y en nuestro corazón.

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