Jesús Vallejo Mejía
Medellín, Diciembre 22 de 2009
“Apreciados amigos:
Este artículo (Luis Pérez Gutiérrez, “Álvaro Uribe: el disidente liberal”) hace planteamientos dignos de consideración, sobre todo en lo que concierne a la actitud miope del Partido Liberal respecto del fenómeno Uribe Vélez.
Pero tengo algunas discrepancias sobre lo que ahí se dice.
La más importante radica en que Uribe no puede ser considerado como un disidente liberal, pues se quedó con las mayorías del partido.
La tradición política liberal recomendaba que al ganador en las justas electorales se le reconociera su victoria y, como lo hizo Santos con Gaitán en 1947 y no en 1948 como se afirma en el artículo, se le entregaran las llaves de la sede del partido. Ni Serpa, ni los décuples, ni Gaviria se allanaron a admitir que Uribe les había ganado y se dedicaron a ponerle palos en las ruedas para dificultar su acción. Por eso, el pueblo les ha dado la espalda y ,de ese modo, también se la ha dado al Liberalismo, que hoy no sólo es un partido minoritario, sino mendicante.
Creo que es bastante equivocado tildar a los Lleras de derechistas. Alberto Lleras fue en su momento uno de los más fieles y eficaces escuderos de la Revolución en Marcha de López Pumarejo. Y fue Carlos Lleras quien definió al Liberalismo como una coalición de matices de izquierda. Fueron ellos dos los promotores de la Reforma Agraria a la que terminó dándole no cristiana sepultura López Michelsen, quien no quería perder el apoyo de los caciques costeños.
Hay un error de fondo en considerar que el ejercicio de la autoridad pertenece a la derecha y que el espíritu de montonera es propio de la izquierda. Lo que identifica a esas vagas tendencias de la opinión son las propuestas sociales y económicas, que los gobiernos liberales del Frente Nacional y los que luego los siguieron hasta el de Barco, promovieron bajo el signo de lo que hoy se llama el centro-izquierda.
El neoliberalismo llegó con Gaviria, cuyo gobierno tendió más hacia el centro. Samper, en cambio, trató de inclinarse hacia la izquierda, pero no tanto que le enajenara el apoyo interesado con que lo mantuvo en el poder el Grupo Santodomingo.
Cuando a Álvaro Uribe se lo tilda de derechista, se olvida que uno de los soportes de su política es la cohesión social, que no se logra sin la seguridad democrática ni la confianza inversionista. Si procurar el mejoramiento de las condiciones de vida de la gente del común es un programa de derecha, entonces sea ésta bienvenida.
Al denostado Turbay también se lo ha inscrito dentro de la derecha, cuando él venía del lopismo de López Pumarejo y fue uno de los promotores, gracias a la inspiración del profesor Carlos Restrepo Piedrahíta, de la idea del Estado Social de Derecho, que es hoy piedra angular de nuestra Constitución Política. No sobra recordar que Turbay fue uno de los más fieles apoyos con que contó López Pumarejo para afrontar las crisis de su segundo mandato, y que él, y no su hijo Alfonso, fue el depositario de su confianza política en los gobiernos de la Junta Militar y Alberto Lleras.
Sobre el legado de Gaitán hay mucha tela para cortar. Él era también un devoto de la autoridad, pues contaba entre sus guías ideológicos a Mussolini. No era marxista. En las elecciones de 1946, los comunistas prefirieron votar por su rival, Gabriel Turbay. De haber llegado al poder, quizás se hubiera inspirado en el modelo de Perón. Sus ideas no eran muy nítidas, pero es cierto que su imagen quedó grabada en el alma popular con tintes míticos.
En realidad, la historia del Partido Liberal en las últimas décadas está por escribirse, sobre todo para despejar conceptos que han hecho carrera y no están bien ajustados a la realidad.
Cordial saludo.”
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