martes, 22 de diciembre de 2009

¿Se abre la sepultura liberal?

Mauricio Vargas

El Tiempo, Bogotá

Diciembre 21 de 2009

El empeño del liberalismo en hacer alianzas con el Polo, último eslabón de una fatal cadena de errores.

Hace falta ser muy sapo con el anterior y con el actual jefe del liberalismo, César Gaviria y Rafael Pardo, para no darse cuenta de que algo anda mal en esas toldas, de que se cometieron y se siguen cometiendo errores: la prueba es que, a cinco meses de las elecciones, el candidato único del Partido, el propio Pardo, apenas roza el 10 por ciento de la intención de voto, según el más reciente Gallup Poll. Y eso que la encuesta fue realizada en el momento en que más medios de comunicación ha mojado Pardo, por cuenta primero de la consulta que ganó, y luego, del Congreso Liberal, que le dio amplios poderes.

El empeño de Pardo, impulsado por su círculo de asesores tan penetrado de samperismo, en hacer acuerdos con el Polo Democrático no solo echó a la basura los avances alcanzados con Germán Vargas y Cambio Radical, una opción de centro con la que ideológicamente había mucha más afinidad. También alejó las posibilidades de que el liberalismo, como algún día lo quiso César Gaviria, recuperara el centro perdido, el amplio espectro de electores de centro, que fue por décadas la base de las victorias liberales en las urnas.

Ahora, al insistir en sus coqueteos con el Polo, asusta y aleja a los votantes de centro y se ve obligado a disputarles a los polistas el voto de la izquierda, tarea para la cual el Polo cuenta con credenciales mucho más confiables a ojos de esos mismos votantes de izquierda. Si uno es de izquierda y lo ponen a escoger entre Gustavo Petro y Pardo, pues escoge a Petro. ¿Por qué? Porque Petro es de izquierda y Pardo no. Así de simple.

Las diferencias entre el liberalismo y el Polo son muchas. Por boca de Gaviria, el liberalismo rechazó con energía las agresiones de Hugo Chávez, mientras en el Polo muchos le hacían la venia al tiranuelo venezolano. Por boca de Gaviria, y también de Pardo, el liberalismo ha reconocido logros de la seguridad democrática y no se hace ilusiones con un nuevo proceso de diálogo con las Farc, mientras en el Polo niegan esos logros e insisten en volver a los tiempos del Caguán. En el Polo miran con entusiasmo las nacionalizaciones de Chávez en Venezuela, mientras el Partido Liberal, al menos por ahora, sigue creyendo en la economía de mercado y en el libre comercio. ¿Cómo puede haber alianza entre dos fuerzas que no están de acuerdo en seguridad, economía ni política exterior?

¿En qué están de acuerdo? En que Uribe no siga. Pero eso lo compartimos muchos electores de centro, y eso no hace que nos acerquemos al Polo. ¿No había dicho alguna vez Pardo que no tenía sentido hacer alianzas sólo con base en eso? ¿No había dicho que un Toconur (todos contra Uribe) era equivocado? Mucho me temo que la nefasta influencia del samperismo en la nueva jefatura liberal sea la causa de tan terribles errores, justo en momentos en que la muerte anunciada del referendo reeleccionista y la consecuente imposibilidad de que Uribe sea candidato le daban al candidato único del liberalismo la primera opción real de victoria en doce años.

Por lo pronto, en el uribismo están de fiesta. Una vez más, el liberalismo les regala una amplia franja del centro electoral, la de los votantes de clase media urbana, que se asustan con los discursos de Petro y otros dirigentes del Polo, con la condescendencia que demuestran frente a Chávez y con su incompleta ruptura con la guerrilla. Ahora, esos pecados que el elector de centro ve en el Polo comenzará a verlos en el Partido Liberal. Y buscará otras opciones: Sergio Fajardo o Germán Vargas, aunque los electores que más se asusten con los vientos izquierdistas que soplan en el liberalismo correrán a votar por Juan Manuel Santos. Y esa sí que sería una ironía: que, al acercarse al Polo, Pardo termine por darle una mano a Santos, con quien tantas diferencias tiene.

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