Editorial
El Mundo, Medellín
Diciembre 19 de 2009
Nadie paró bolas a la monserga antiimperialista de Chávez y menos a la absurda acusación contra el Reino de los Países Bajos.
A la hora de escribir este comentario avanzaba una crucial reunión de alto nivel para tratar de conciliar el texto de un Acuerdo Final de la XV Cumbre de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se clausuraba ayer, después de dos semanas de agrios debates, confrontaciones ideológicas y el temor generalizado de que todo terminara en un estruendoso fracaso.
Lo que nos interesa resaltar hoy es la participación del presidente de Colombia en el grupo de 23 jefes de Estado y de Gobierno, entre los cuales están los líderes de potencias como Estados Unidos, China, Japón, Rusia y Francia, y de las dos más grandes naciones de Latinoamérica, Brasil y Méjico, entre otros, a los que se les encomendó esa difícil tarea. Del grupo también hacían parte, por razones obvias, el Primer Ministro de Dinamarca y anfitrión de la Cumbre, Lars Lykke Rasmussen y el Secretario General de la ONU, Ban-ki Moon. Aparte de que fue escogido para participar en el selecto grupo “por su demostrado liderazgo y compromiso con los objetivos de la Cumbre”, de lo cual dejó plena constancia en su aplaudido discurso del jueves, el presidente Álvaro Uribe fue uno de los 15 que intervinieron en la sesión de clausura de este viernes.
¿Qué dijo el presidente de los colombianos en esas dos intervenciones? Con toda franqueza, como suele hacerlo en todas las cumbres en que participa, dijo que la del cambio climático debía terminar en “acuerdos, metas ambiciosas, mecanismos de verificación y régimen de sanciones. La verificación y las sanciones hacen la diferencia entre las declaraciones retóricas y las obligaciones serias. El mundo, los habitantes de todos los países, esperan que asumamos obligaciones serias, no que despachemos esta reunión con una nueva declaración retórica”.
Hizo una documentada descripción de cómo está Colombia en materia de emisiones contaminantes y qué tareas hace y qué compromisos está dispuesta a asumir para enfrentar la amenaza del cambio climático. “Colombia es un ejemplo de país de ingreso medio bajo que realiza esfuerzos, asume compromisos, sufre el cambio climático y requiere el apoyo de acuerdos internacionales”. Demostró que hacemos incluso mucho más por un ambiente sano, que otros países de parecido nivel de desarrollo: “Mientras aportamos el 0,5% del PIB mundial, nuestras emisiones son proporcionalmente menores, al representar el 0,37% del total. Por cada punto del Producto emitimos 250 toneladas de C02, casi la mitad del promedio mundial y un 7% menos del promedio suramericano. Estamos cerca de la meta a la cual quiere llegar la mayoría de los países”.
¿Qué ha hecho Colombia para conseguir ese relativo buen resultado en un tema en el que muchos otros países del tercer mundo se mantienen de brazos cruzados, esperando que les llueva dinero de las grandes economías para hacer algo? Ha manejado responsablemente su selva y sus bosques, que juntos constituyen el 52% del territorio. Sólo en la Amazonía, el país tiene “una extensión diez veces la de Dinamarca”, dijo el presidente Uribe, y para proteger sus selvas “ha sustraído de la posibilidad de transacciones comerciales el 40% de su territorio de 1’150.000 kilómetros cuadrados, reconociéndolo colectivamente como propiedad de familias aborígenes ancestrales y de los compatriotas afrocolombianos”. Resaltó el presidente cómo el 85% de la generación de energía, en un año normal, es hidroeléctrica, no obstante ser un gran productor de carbón, aparte de que ha tomado muy en serio la necesidad de desarrollar otras fuentes de energía limpia o menos contaminante, como son el biodiesel y el etanol, de los cuales somos el primero y el segundo productor, respectivamente, en Latinoamérica.
Nos parece un acierto que el presidente de Colombia aprovechara el foro climático para tocar la conciencia de los líderes del mundo sobre la estrecha relación entre narcotráfico y calentamiento global. Sólo en Colombia, el negocio del narcotráfico ha destruido más de dos millones de hectáreas de selva. Después de la siembra de la coca y la amapola, viene la utilización de los precursores químicos para transformarlas en cocaína y heroína, contaminando el suelo y las fuentes de agua. “Es necesario entender que el narcotráfico es una concausa eficiente de la deforestación, del cambio climático, del desorden ambiental, del asesinato de la vida, de la pobreza. Por eso pedimos un gran compromiso de todos contra la producción, el comercio, el consumo de drogas ilícitas”.
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