domingo, 27 de diciembre de 2009

¿Qué hay detrás del asesinato del gobernador del Caquetá?

Darío Acevedo Carmona

Ventana Abierta, Medellín

http://ventanaabierta.blogspirit.com/

Diciembre 23 de 2009

¿Cómo interpretar el horrendo crimen de las Farc contra el gobernador del departamento de Caquetá? La pregunta es pertinente porque aún los peores y más temibles movimientos terroristas atacan de acuerdo con cierta racionalidad y buscando causar determinadas consecuencias. También porque las Farc se encontraba en el proceso final de liberación de dos secuestrados en el marco de un difícil y complejo acuerdo con el gobierno colombiano.

Se me ocurren varias hipótesis que no son excluyentes necesariamente. Podría tratarse de una señal de advertencia y de una exigencia tácita para que las tropas oficiales dejen de atacarlos en ciertos sitios donde tienen algunos de los secuestrados con el supuesto fin de facilitar la liberación de los dos militares. También podría tratarse de una provocación extrema con el fin de llevar al presidente Uribe a desactivar las liberaciones y causarle dificultades al gobierno.

Hilando más delgado, no se puede descartar que sea la manera de empezar a hacer presencia y hacerse notar de cara a la próxima coyuntura electoral de 2010. Las Farc han perdido importante terreno en el plano militar y en su capacidad de incidir en los acontecimientos políticos. Recordemos que jugaron un papel decisivo en las elecciones de 1998 y en la de 2002, en la primera creando una expectativa de negociación, en la segunda al gestar la ira popular en su contra por los abusos en la zona de distensión. ¿Será que intentan ahora volver a sonar, así sea por la vía dolorosa del terrorismo, buscando crear un ambiente de zozobra, de inseguridad y una sensación de fracaso de la Seguridad Democrática, para reposicionar y revivir la idea de una negociación? Las voces que desde sectores civiles se levantan en tal sentido podrían encuadrar dentro de esa búsqueda. Sea lo uno o lo otro, lo cierto del caso es que las Farc después de siete años de retrocesos y derrotas y de pérdida de prestigio, no ha manifestado ninguna intención de negociar con el gobierno de Uribe, no ha planteado ninguna posibilidad de dejar las armas si se da una negociación. De modo que los áulicos que creen interpretar el pensamiento fariano diciendo que hay que negociar de nuevo, son desmentidos con toda la brusquedad por parte de quienes, según ellos, sólo esperan el reconocimiento para sentarse a negociar.

Ello quiere decir que las Farc, en medio de sus dificultades, apelan a una vieja táctica leninista-estalinista: causar las mayores dificultades al sistema y al régimen que combaten, con acciones que desconciertan por su magnitud, producen desesperanza, sensación de derrota, para validar su reconocimiento como actor de cualquier salida a la violencia colombiana. Cuentan para sus designios con fortalezas internacionales, el apoyo de gobiernos vecinos, la tolerancia de otros que se hacen los de la vista gorda y el escondite de sus jefes más allá de nuestras fronteras desde donde organizan y activan con tranquilidad sus planes para hacerle la vida invivible al gobierno. Mientras tanto, la periferia civil en Colombia no descansa en su campaña de presentar al Estado y al gobierno nacional como los culpables de todos los males y hablan maravillas sobre las bondades de una negociación que debe partir del reconocimiento político de las guerrillas.

Claro que no podemos olvidar que hace varios años las Farc ha venido adelantando una campaña de ataques aleves contra funcionarios públicos y representantes políticos de provincia en el marco de su ataque a la democracia y en particular a la democracia local. Concejales, diputados, congresistas, alcaldes y secretarios de despacho han sido asesinados o secuestrados en el marco de dicho plan con el que pretenden recuperar espacios. No sabemos si en últimas, con el asesinato del gobernador caqueteño, se pueda estar tendiendo una trampa para ocultar alguna situación grave con algunos de los secuestrados. La lección para el gobierno y para la sociedad en general es contundente: no se puede bajar la guardia, hay que afinar las medidas para garantizar una campaña electoral tranquila, segura y en paz. La democracia sigue bajo la amenaza terrorista.

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