domingo, 27 de diciembre de 2009

Hombres negros, balas rojas

Jaime Jaramillo Panesso

El Mundo, Medellín

Diciembre 27 de 2009

En lejanas tierras de Chocó, pero más cerca de Apartadó, Antioquia, que de Quibdó, viven las comunidades negras (afro descendientes) del Bajo Atrato, Jiguamiandó y Curvaradó, desde la época en que el Chocó hizo parte del Estado del Cauca. Allí vivieron en tierras comunitarias hasta que el 1997 las Farc las desalojaron para que marcharan hacia Apartadó y Turbo, como escudos humanos y de esa manera proteger a la guerrilla de la arremetida de las tropas constitucionales.

El peregrinaje duró seis meses. Luego del regreso se encontraron con las autodefensas que los acusaban de cómplices de la guerrilla. Pero también encontraron la intromisión de la ONG Comunidad de Paz, con apoyo de otras organizaciones extrajeras con fines misioneros y conexiones con la Corte Internacional de los DDHH que las protege. Empresarios agrícolas del cultivo de palma de aceite iniciaron la compra de tierras y parte de sus inversiones se aplicaron a la propiedad comunitaria.


Consecuencia de todo lo anterior es que las comunidades negras han quedado fracturadas y en medio del fuego, del fuego guerrillero y el fuego de Dios.


Hace una semana, las Farc fusilaron a los líderes de esas comunidades Manuel Moya, Graciano Blandón y su hijo. Desde hace más de un años habían pedido medidas de protección a la Corte arriba señalas, medidas similares a las que protegen a la ONG. Un día después de muertos les notificaban que no eran sujetos de protección por no haber demostrado su organización y liderazgo. Una extensa y retórica providencia que no encontró a sus remitidos, lava las manos de sus remitentes.

Las armas de las Farc no tienen que ver con la sentencia. Pero un desmovilizado de las Farc, Daniel Sierra Martínez, alias “Samir”, segundo comandante del frente 58, también sentenciado a muerte, denuncia los vínculos de algunos dirigentes de la presunta “comunidad de paz” en la siguiente comunicación al sacerdote jesuita Javier Giraldo, que publicamos aquí, con todo respeto, a fin de contribuir a hacer claridad:


“Yo no estoy armando planes de destrucción en contra de la Comunidad de Paz, ni atentando en contra de un proceso que él dirige. He sido muy claro con las autoridades, y los diferentes medios que me han entrevistado, que yo contra la Comunidad de Paz no tengo nada de qué denunciarlos, todas mis denuncias han sido en contra del consejo directivo de esa comunidad, por que es cierto que Edward Lancheros, Wilson David, Gildardo Tuberquia, (el negro Tuberquia), Conrado David, Reinaldo Areiza, se reunieron cantidad de veces conmigo, política que empezó en coordinación con las Farc desde el momento que se fundó la Comunidad de Paz el 4 de marzo del 1994. Cómo va usted, padre Giraldo, con todo respeto, a desmentir esta realidad. Yo quisiera pedirle una reunión conmigo para yo explicarle a usted todo lo que usted no sabe, y si lo sabe pues, se me hará el inocente. Lo único que quiero que le quede claro es que a mi nadie me está induciendo ni mucho menos invitando a que denuncie en contra de esta comunidad, y quiero repetirle una vez más que la comunidad como tal, también ha sido engañada y manipulada por la corrupción que hay y se maneja en cabeza de estos líderes que componen el consejo interno de esta comunidad. Lo que sí le reitero es que por favor escúcheme y verá que usted se convencerá, así usted diga que yo soy un instrumento utilizado por el gobierno Nacional y la brigada 17 para fraguar planes en contra de esa comunidad. Todo eso es imaginaciones, por que esto no es verdad. Si bien Edward Lancheros no está muy mal de la memoria y puede recordar que en diciembre de 2006 estuvimos reunidos con la dirección del Bloque José María Córdova en la vereda La Balsita, zona rural de Dabeiba, Antioquia, donde precisamente yo lo denuncié ante ese organismo que desde el 94 ha sido que lo asesora en el funcionamiento con la población campesina, y ha sido la única ley legal para ellos y el reflejo de la neutralidad. Y que se acuerde que debido a que yo lo denuncié ante los miembros del Bloque, le prohibieron un tiempo que avanzara en el propósito de crecer las comunidades de paz de Chamuscado, La Balsita, donde él estuvo haciendo campañas explicando los beneficios que esta comunidad de paz ofrece. Y desde ese momento yo rompí totalmente las relaciones con él y con el consejo, pero no con la comunidad, así usted no lo crea, esa población campesina todavía tiene relaciones conmigo, por que ellos saben que yo no estoy por causarles daño. Ellos temen que tomen represalias contra ellos como lo hicieron con varios de sus miembros que fueron asesinados por las Farc con el cuento de que eran colaboradores de los paramilitares.
De todo eso y muchas cosas más soy testigo”.

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