martes, 29 de diciembre de 2009

El aguinaldo de las Farc

Mario Fernando Prado

El País, Cali

Diciembre 29 de 2009

Bien equivocados e ilusionados que andábamos los colombianos con las Farc, creyendo que con la asunción de ‘Alfonso Cano’, el grupo terrorista narcoguerrillero iba a morigerar su beligerancia y miren lo que pasó.

El secuestro e inmediato ajusticiamiento del Gobernador del Caquetá deja al descubierto que a la guerrilla el único ánimo que le asiste es el del engaño: por un lado dice estar dispuesta a la entrega de unos pocos secuestrados y por el otro pretende aumentar el número de plagiados.

Que haya en la cúpula de ese movimiento asesino profundas divisiones entre los ‘Jojoistas’ y los ‘Canistas’ es otro cantar. Pero lo cierto es que a esos criminales no hay que creerles: la línea criminal y bandolera de ‘Marulanda’ persiste y allí no hay ánimo conciliatorio alguno. Secuestrar, matar, violar y, claro, traficar como producto de la siembra, cosecha y procesamiento de la coca y la amapola es su indeclinable objetivo.

Nuestra ingenuidad es directamente proporcional al deseo de que por fin hayan banderas blancas que se enarbolen en señal de paz. ¡Frustrada ilusión! La guerrilla no cede un milímetro en su demencial carrera por tomarse el poder y hacer la revolución, discurso desueto al que sólo le copian los mamertos parapetados en las Ong y en las ubres de un estado cuasi permisivo y/o permanentemente engañado.

Y ahora sucede que el quinto secuestro del Gobernador inmolado fue por culpa de la Seguridad Democrática y que, por tanto, ésta ha fracasado. Los pájaros tirándoles a las escopetas. Y no sobran quienes dicen que, frente a este acto de barbarie, lo mejor es ensayar otro sistema de gobierno, como si la única alternativa posible no siguiera siendo la ‘chumbimba ventiada’.

Aquí no hay que dar treguas ni menos buscar el ahogado río arriba. Si bien el esquema de seguridad del gobernador Cuéllar tuvo descuidos imperdonables, ello no significa que la Política de Seguridad Democrática no haya servido ni menos que se haga urgente una revisión del manejo del conflicto.

Al contrario, hay que arreciar con prisa y sin pausa la persecución, debilitamiento, derrota y capitulación de quienes por más de 50 años han puesto en jaque al Estado y a la institucionalidad que nos rigen.

No creamos más en las engañosas artimañas de acuerdos humanitarios cuyas discusiones tan sólo sirven para que se compre tiempo, en lo que son expertos las Farc y el ELN, compra de tiempo, que no es otra cosa que esperar qué sucede con los próximos comicios electorales.

La guerrilla sabe que está perdida con un Uribe reelegido e incluso con alguien que prosiga su línea dura. Su esperanza entonces radica en cualquiera de los otros candidatos o ‘candidotes’, si es que cometen la estupidez de tenderles la mano para que les cojan el codo y aquellos apéndices que sabemos.

Bueno sería entonces que los aspirantes presidenciales, sin tantos rodeos, se manifestaran sobre el particular y así sus electores supieran de antemano a qué palo se van a trepar, porque las encuestas han sido contundentes: las Farc -dicen los colombianos- son mentirosas y lo único que quieren es despistar para recuperarse y los tiempos de los idiotas útiles ya pasaron.

Faltan escasos tres días para que se termine este año y ojalá que el aguinaldo de la guerrilla no nos traiga otras sorpresas cargadas de balas y de bombas. Pidámosle a Dios que así no sea.

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