Jairo Parada Corrales
El Heraldo, Barranquilla
Dciiembre 21 de 2009
Cada año, el decurso de la vida nos pone de manifiesto la incertidumbre bajo la cual transcurre nuestra existencia con la partida final de familiares, amigos, conocidos, que nos hacen recordar el continuo devenir y fragilidad de la misma. Con ellos, se va parte de nuestros recuerdos y de periodos de nuestra propia existencia.
En el campo académico pasa igual. Pensadores que nos acompañaron por años, que incidieron en nuestra formación profesional, suelen marcharse uno que otro año. A Paul Samuelson empecé a conocerlo por allá en 1967, cuando iniciaba mis estudios de Economía en la Universidad del Atlántico. Cientos de miles de economistas de esa época éramos formados a través de su famoso tratado de Economía (19 ediciones y traducido a 40 lenguas).
Las nuevas generaciones de Economistas de hoy a lo mejor no tienen idea de quien fue este primer premio Nobel de Economía en 1970. Pero uno podría decir que los textos modernos que se editan en la actualidad para los cursos introductorios, no tienen tal vez esa profundidad y exigencia en el análisis que imponía Samuelson. Su tratado también tenía un libro de ejercicios que muchos desvelos causó a generaciones de estudiantes.
Samuelson fue un economista neoclásico, que inició a generaciones de profesionales en la modelación matemática de la teoría. Fue clave para la formalización del pensamiento económico en el siglo XX. Las matemáticas nos ayudan a entender más la economía, son un instrumento esencial, no un fin en sí mismas. Sobra decir que no se puede hoy ser economista sin una buena formación matemática.
Los modelos de Samuelson le introdujeron elegancia a la disciplina y permitieron entender mejor la argumentación neoclásica, basada en el equilibrio de los mercados. Sin embargo, fue un economista liberal intervencionista, pues sabía que la prosperidad y el pleno empleo en el capitalismo eran frágiles, defendiendo las recomendaciones keynesianas.
Su época de oro ocurrió durante el gobierno de Kennedy, en el Consejo de Asesores del Presidente, acompañado de gigantes del pensamiento económico, algunos más keynesianos auténticos que él, como John Kenneth Galbraith a quien el Banco de Suecia nunca le quiso dar el Nobel, a pesar de merecerlo.
Samuelson acuñó el término “estanflación” cuando en los años 70s, se dio el extraño fenómeno de inflación y recesión simultáneas, por un shock de oferta en los precios del petróleo. También fue un defensor del libre mercado con su famoso teorema de igualación en la remuneración de los precios de los factores, que tanto ha influido en la formación de los economistas. Sin embargo, Samuelson no era un neoclásico fanático de los que pululan hoy en Colombia.
En los 80s y 90s, la ciencia económica fue tomada por un enfoque dogmático, disfrazado de una matematización muy sofisticada, el cual empezó a predicar nuevamente el dogma de la autorregulación de los mercados, culpando a la regulación e intervención del estado de todos los males. La globalización fue endiosada y erigida en cura de todos los males. Este enfoque se tomó la academia y los centros de formulación de la política económica.
Pero en el 2007 y el 2008, este enfoque quedó hecho añicos. La crisis teórica del paradigma dominante es tal, que George Soros ha creado un Instituto para desarrollar nuevas visiones de la economía. Samuelson incluso cuestionó la exageración en el off-shoring en las actividades industriales en sus últimos escritos. Samuelson no era un fanático. Sin duda, un legado para la ciencia económica. Feliz Navidad a mis lectores.
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