lunes, 28 de diciembre de 2009

La lucha contra el terrorismo

Editorial

El Mundo, Medellín

Diciembre 28 de 2009

Al comenzar sus vacaciones familiares en Hawai, el presidente Barack Obama ha sido notificado por Al Qaeda de que el terrorismo sigue amenazando a Estados Unidos y todas las naciones democráticas que se apartan de sus posiciones extremistas. El mundo, por su parte, ha sido enterado de que combatirlo es una decisión necesaria, por no decir obligatoria, de todo gobernante responsable, sin importar su ideología.

El fallido atentado contra el vuelo de Delta Airlines que el 25 de diciembre cubría la ruta Amsterdam-Detroit; la divulgación de un video amenazante que le hicieron grabar a un soldado estadounidense secuestrado por los talibán, y las capturas de miembros de Al Qaeda aliados con las Farc para operaciones de narcotráfico, son señales más que suficientes de que las organizaciones terroristas mantienen vivo su odio e intenciones de arrasar los gobiernos democráticos, cualquiera sea su tendencia. A ellas hay que responderles rodeando a los gobernantes que enfrentan el terrorismo y exigiendo a aquellos que aun no lo hacen que tomen cartas en el asunto. Es la salida única, como está demostrado desde septiembre de 2001, cuando los presidentes Bush y Aznar y el primer ministro Blair lideraron la toma de “decisiones difíciles” para salvar las democracias amenazadas y las vidas de sus gentes. Hoy se ve a las claras que actuaron razonablemente.

Gracias a la oportuna y valiente reacción de un grupo de pasajeros se evitó que Umar Farouk Abdulmutallab culminara su intento de hacer explotar el artefacto cargado con químicos que llevaba en sus piernas y que haría volar el avión con todos sus ocupantes. Por ellos no estamos despidiendo el año doliéndonos por una tragedia de grandes proporciones y gracias a ellos es posible tener nuevas claridades sobre las estrategias a que está apelando el terrorismo, a fin de combatirlo con más eficacia.

Es interesante prestar atención al perfil del terrorista que ofreció inmolarse en este atentado: se trata del hijo de un prestante dirigente de la sociedad nigeriana que, entre otros cargos, fue ministro de Economía y presidente de uno de los más importantes bancos de su país y que buscó para su vástago una de las mejores educaciones a su alcance: la del University College of London, donde obtuvo su grado en ingeniería. Los padres temen que en la capital británica fue donde el joven se unió a las facciones radicales del islamismo, llegando a adoptar posturas tan extremas que el ex ministro se sintió obligado a alertar a las autoridades estadounidenses sobre el riesgo que les representaba su hijo Farouk. Por cierto, este no es el primer caso en el que un militante de Al Qaeda se ha afiliado al terrorismo mientras permanecía en las capitales europeas, donde abunda la permisividad, rayana en la complicidad, con los terroristas asiáticos, latinoamericanos y africanos.

Según los antecedentes del joven al que las autoridades estadounidenses le imputaron cargos por terrorismo, su primera aproximación con los extremistas islámicos ocurrió a través de aliados a los talibán, que los habrían direccionado a Al Qaeda hasta que viajó a Yemen para recibir su último entrenamiento y los explosivos que usó en el vuelo del viernes 25 de diciembre. Para tantos países que insisten en hacerse de la vista gorda antes de comprometerse a apoyar a las fuerzas aliadas que combaten el terrorismo en Afganistán, este debe ser un campanazo que los saque de la indecisión y les haga entender que renunciar a acabar con los aliados de Osama Bin Laden es facilitar que su organización criminal y su red de aliados sigan siendo una gran amenaza para la sociedad contemporánea.

Sea este el momento para expresar nuestra condena, y reclamarla de los organismos que velan por la vigencia de los derechos humanos, contra los talibán por el abuso que han cometido con el soldado estadounidense secuestrado al usarlo como instrumento para amenazar a Occidente. Ni eso es prueba de supervivencia ni ese es trato admisible para prisioneros de guerra o secuestrados y ya va siendo hora de que el Primer Mundo se levante contra los grupos criminales que atropellan la dignidad humana de esa forma. También lo es para reiterar nuestra exigencia de mayores controles a los aliados de las Farc en el Primer Mundo, su capacidad criminal daña a Colombia pero su participación en el narcotráfico amenaza a sus jóvenes.

Sin caer en la insistencia de los medios de comunicación en la búsqueda de errores que favorecen los atentados, reconocemos que éste puso en evidencia fallas de los sistemas de seguridad que permitieron que el terrorista rechazado por Gran Bretaña y registrado en bases de datos de organismos de seguridad de ese país mantuviera su visa estadounidense y la posibilidad de viajar en sus aviones. Detalles como estos confirman la importancia de mantener la decisión de los gobiernos y la coordinación de sus agencias a fin de librar el necesario combate al terrorismo por todos los medios que demanda el enfrentar la amenaza que representan el fanatismo islámico y la extrema izquierda, que no cejan en su guerra sin cuartel contra Occidente. Que sea esta la hora para decisiones como la del primer ministro británico, Gordon Brown, que se comprometió con “cualquier acción que sea necesaria” para garantizar la seguridad de los ciudadanos.

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