Juan Carlos Echeverry
El Tiempo, Bogotá
Diciembre 20 de 2009
Son imprescindibles nuevos motores de crecimiento, empleo y formalización.
La reforma protestante, las guerras civiles británicas, la independencia de los Estados Unidos y el movimiento de los comuneros, con obvias diferencias, tuvieron un común denominador: la indignación ante sistemas tributarios insoportables diseñados por papas, reyes o sus representantes.
En Colombia, en lugar de papas o reyes, serán la Corte Constitucional, el Gobierno y el avance de los pasivos históricos en pensiones, salud, seguridad, desplazados e infraestructura los que impondrán un desafiante número de compromisos contra la billetera de los colombianos.
Hace una década se hizo el primer ejercicio serio de planeación de largo plazo, con la construcción en el DNP de un modelo pensional de Colombia hasta el 2050. Éste arrojó un pasivo descomunal, en su momento calculado en dos veces el PIB, con déficits crecientes hasta mediados de los años 20 de este milenio. Esa constatación llevó a una reforma pensional profunda que redujo en casi una tercera parte dicho pasivo; pero que fue parcialmente reversada por la Corte Constitucional en un controversial fallo del cual los mismos magistrados se beneficiaban. El enorme problema pensional estará con nosotros por varias décadas.
Desde hace veinte años ha habido un avance en la cobertura del sistema de salud. La reticencia de los jueces y la Corte Constitucional a admitir algún límite a su prerrogativa de girar cheques en blanco a diestra y siniestra puede abortar el sistema de salud en su conjunto. En compañía de un grupo de profesionales, concluimos recientemente un modelo comprensivo de la salud hasta el 2050, que muestra pasivos crecientes por al menos dos décadas más.
Hace diez años se transformó la estrategia contra la guerrilla, con base en movilidad de tropas, soldados profesionales e inteligencia, con resultados admirables a lo largo de esta década. Estos gastos no podrán ser reducidos mientras no desaparezcan los flagelos de guerrilla, paramilitares y delincuencia de montañas, valles y ciudades de Colombia. Mindefensa proyecta un gasto militar creciente hasta el 2020.
El atraso en infraestructura vial se ha convertido en el mayor cuello de botella del aparato productivo; le impide sobrevivir a la revaluación y dar soporte a la prosperidad en las ciudades, muchas de ellas colgadas de las faldas de las montañas, y lejos de los puertos. La Universidad de los Andes calculó las inversiones necesarias en este frente hasta el año 2040.
Súmese a esta lista las obligaciones con los desplazados, los intereses de la deuda pública, la inmoralidad campante en municipios, regalías e instancias nacionales, así como el funcionamiento mismo del Estado. El panorama fiscal es aterrador.
Los gastos a largo plazo están bien estudiados, como pidió recientemente Carlos Caballero. Pero si se pretendiera sacar las sumas necesarias de impuestos a los contribuyentes actuales exclusivamente, se nos vendría encima una sublevación, como las mencionadas al principio.
El enfoque correcto es promover la creación masiva de nuevos contribuyentes: empresas pequeñas y grandes, locales y extranjeras, que creen empleos de clase mundial, bien remunerados, que contribuyan a impuestos, salud y pensiones. Son imprescindibles nuevos motores de crecimiento, empleo y formalización. No es la venta de sucesivos diez por cientos de Ecopetrol, el nuevo árbol de Navidad del Gobierno y varios candidatos, lo que nos sacará del problema.
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