lunes, 28 de diciembre de 2009

Profetas del desastre (de nuevo) erraron sus pronósticos

Luis Carvajal Basto

El espectador, Bogotá

Diciembre 28 de 2009

Cuando los efectos de la crisis mundial se empezaron a sentir, abundaron las opiniones sobre 2009 como un año apocalíptico para la Economía Colombiana. Se cuidaban, quienes emitían tales conceptos, de minimizar los efectos externos e imputarlos todos a errores de política, sin considerar que se trataba de un asunto de Estado. Afortunadamente no ha sido así.

Advirtiendo que los factores sicológicos (pérdida de confianza, etc.) constituían un fundamento de la crisis mundial y sopesando la dinámica positiva que ha mostrado nuestra economía, decíamos hace un año en esta columna: “No tendremos el crecimiento de años anteriores pero catástrofe, tampoco. Las exportaciones, el empleo y las finanzas públicas se resentirán. La probable caída en la inversión privada, debe “reemplazarse” con gasto público. Los remedios habituales no servirán y el gobierno y el Banco de la República deben actuar con audacia y jugarse a fondo”.

Los gobiernos en el mundo están saliendo de la crisis aumentando el gasto público y generando el respectivo déficit fiscal. Un panorama de esas economías muestra que Estados Unidos, donde se perdieron 20 millones de empleos, comienza a “salir”, con un crecimiento del PIB del 2.2% en el tercer trimestre, mientras Europa al final del año mostrará cifras negativas aun y solo China sigue creciendo a una tasa esperada del 8%.

La hermana Venezuela, al cierre del tercer trimestre, mostró cifras negativas superiores al 2%.Entre tanto Colombia cerrará con una cifra positiva entre 0 y 1 %, cifra que se puede considerar aceptable teniendo en cuenta el entorno de crisis mundial y factores como el arbitrario cierre de nuestras exportaciones a Venezuela, -17%, la reducción de las compras de Estados Unidos,-22% y la reducción en la inversión extranjera Directa.

Pero no se puede afirmar que la crisis esté superada y, por el contrario, debe tenerse en cuenta que la salida se relacionará inevitablemente con un aumento de productividad y perdida o reasignación de empleos. Valga de ejemplo lo que ocurre en Estados Unidos donde la productividad crece a niveles del 8% y el costo del trabajo cae a tasas cercanas al 5%.

Tenemos sectores en que la inversión sigue creciendo, como el de minas y petróleos, pero desafortunadamente no se generan los empleos suficientes. La construcción, tan importante, muestra unas cifras preocupantes de caída en las licencias cercana al 25% hasta octubre, contrario a Estados Unidos, donde comenzó la crisis y el precio de las viviendas se empieza a estabilizar. Es de esperar que la confianza se recupere por parte de familias e inversionistas.

En ese campo, cerramos el año con expectativas positivas. El Índice de confianza industrial, con base en la encuesta de opinión empresarial, ha mejorado en el último mes en un 1.6% y El Índice de Confianza del Consumidor (ICC), medido por Fedesarrollo, mejoró en 8,5 puntos en noviembre.

Aunque no ocurrió el desastre que muchos esperaban, olvidando “que van subidos en el mismo avión”, muchas cosas tenemos pendientes, además de la socorrida diversificación de mercados. La ejecución del gasto en obras públicas debe superar el discurso; una clara política de estímulos, de ser necesario subsidios, al comercio en las zonas de frontera que supere la demencial voladura de puentes, y el traslado efectivo en la baja en las tasas de interés a compradores de vivienda y consumidores, podría ser urgente.

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