María Isabel Rueda
El Tiempo, Bogotá
Diciembre 20 de 2009
El país queda en deuda con los magistrados Nilson Pinilla, José Roberto Herrera y Jorge Aníbal Gómez, por el juicioso y minucioso trabajo investigativo de los hechos del Palacio de Justicia, que les tomó cuatro años de su tiempo. Ahí queda como memoria histórica, para que el país ensaye a enfrentarse con sus trágicas verdades.
Pero cuando se intenta, 24 años más tarde, darles una explicación racional a unos hechos absolutamente irracionales, es posible que el informe de la Comisión de la Verdad contenga también conclusiones injustas.
Siempre se dijo, y el informe lo confirma, que hubo vacío de poder presidencial. Pero esa controversia queda abierta. No veo a un humanista, como lo es Belisario Betancur, de casco y de botas, ordenando que el operativo militar de la retoma se hiciera por el flanco izquierdo. ¿No pudo, o no quiso, parar el operativo? Eso no lo responde el informe.
También quiero detenerme en la teoría "de la ratonera". Que es como el informe bautiza la posibilidad de que el Ejército de la época hubiera permitido que se efectuara la toma del Palacio de Justicia a sabiendas de que ella iba a ocurrir, con el objeto de tenderle una celada al M-19, que durante meses lo había humillado con el robo de armamentos, amagos de explosivos contra los batallones e, incluso, atentados contra sus altos oficiales.
El rumor de que el M-19 se iba a tomar el Palacio estaba por todos lados y hasta se tenía una fecha probable de su ocurrencia, el 17 de octubre, que se descachó por pocos días. Lo comentaban los extraditables en las cárceles del país. Entre los magistrados se hacían chistes negros sobre la inminencia del suceso. El alto Gobierno analizó la versión en consejos de seguridad. Los medios divulgaron la existencia del plan. El propio ministro de Defensa de la época, general Vega Uribe, reveló quince días antes en un debate en el Congreso que había recibido un anónimo que detallaba los planes del M-19 y, en consecuencia, se había alertado a las unidades militares, de policía y del DAS sobre esa posible acción violenta, que coincidiría con la visita del presidente Francois Mitterrand al país.
¿Por qué, si la toma estaba tan anunciada, el 6 de noviembre amaneció el Palacio de Justicia vigilado apenas por seis celadores de una empresa privada?
No es la primera vez que una teoría semejante a la de "la ratonera" se esgrime para explicar situaciones que se presentan cuando las amenazas se vuelven catastróficas realidades. Muchas versiones históricas señalan, por ejemplo, que Roosevelt sabía que los japoneses iban a bombardear a Pearl Harbor y que permitió que se arrasara con la armada de su país para tener la disculpa de declararle la guerra al Japón. Más recientemente se presentó con la voladura de las Torres Gemelas, cuando se supo que, meses antes, entre agencias de seguridad de los Estados Unidos se había compartido información acerca de la presencia de expertos en explosivos en territorio norteamericano, y sobre los cursos de piloto que ciudadanos árabes habían tomado antes de abandonarlos sospechosamente quince días después. Ahí también se acusó al presidente Bush de no haber parado el avance de la amenaza de Al Qaeda, para seguirle el rastro completo a todo el complot.
¿Pero será posible, en la misma línea, que los comandantes militares de la época hubieran permitido la toma del Palacio de Justicia y todo su desangre a sabiendas de que ella iba a ocurrir, para luego aniquilar al grueso del M-19 con las facilidades que implicaba tenerlo rodeado en el recinto cerrado de un edificio?
Me niego rotundamente a creer que ese holocausto tenga tan tremenda explicación. Pero, de acuerdo con el informe de la Comisión de la Verdad, no hay ninguna mejor.
¡SE ME OLVIDABA! ¿Claudia Blum seguirá de embajadora de Colombia en las Naciones Unidas? No hay rastros de que sí, ni de que no.
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