Eduardo Mackenzie
Blog Debate Nacional, París
Diciembre 28 de 2009
La propuesta del cardenal Darío Castrillón tiene un sabor extraño. Tiene algo de déja vu. Su propuesta sale del fondo de los tiempos. Al menos de la época antediluviana en que la Seguridad Democrática no había sido inventada, cuando los gobiernos colombianos, y la flora y fauna del llamado “proceso de paz”, sólo tenían en la boca palabras como “amnistía”, “negociación”, “encuentro” , “diálogo”, cada vez que las Farc y las otras bandas terroristas cometían sus atrocidades habituales. Había que premiarlas cada vez que asesinaban, para ver si se aplacaban.
Así, esa gente les programó encuentros en ciudades extranjeras. Panamá, México, San José vieron el desfile de esos angelitos. Hubo encuentros para “salvar la paz” en Caracas, Tlaxcala y Mainz. A esta ciudad alemana fueron batallones de magistrados, religiosos y periodistas, en representación de la “sociedad civil’, pues el Eln había vetado la presencia allí del gobierno de Ernesto Samper. Todos ellos creían que la paz estaba a la vuelta de la esquina. Yo vi a algunos de esos “delegados” en París. Estaban convencidos de que “esta vez” sí habría paz. Después vino la época no menos nefanda de la zona desmilitarizada de Andrés Pastrana, la cual incluyó hasta un periplo por Europa, en febrero del 2000, para siete de esas eminencias (algunos siguen ordenando matanzas hoy), quienes fueron escoltados por Víctor Ricardo, alto comisionado de paz.
Álvaro Leyva Durán, gran mentor en esa época de los diálogos Pastrana-Tirofijo, nos ha propuesto esta vez que el gobierno del presidente Uribe flete un avión para llevar a Alfonso Cano y a otros “comandantes”, con salvoconductos que les abran todos los aeropuertos de Europa, al diálogo con el cardenal Castrillón en Roma.
¿Tras el vil secuestro y asesinato de Luis Francisco Cuéllar, gobernador de Caquetá, había que premiar a Alfonso Cano y a Milton Toncel con otro viaje a Roma o a Paris? Por fortuna, el gobierno respondió a la iniciativa del cardenal con una condición. César Mauricio Velásquez, secretario de prensa de la Casa de Nariño, declaró que ese diálogo “sólo es posible cuando las Farc hagan un alto en sus actividades de guerra” pues el Gobierno “no puede ofrecer el diálogo cuando ellos lo único que ofrecen es muerte.” Para que ese encuentro se realice, reiteró Velásquez, las Farc “deben decretar un cese de actividades criminales”.
Como las Farc no renuncian a su acción criminal, no habrá encuentro. En principio. Pues la idea parece que sigue en el aire. Iván Cepeda, brazo derecho de la senadora Piedad Córdoba, dijo a RCN que aún falta saber cual será la respuesta de Alfonso Cano a la iniciativa del cardenal Castrillón. Luego la cosa no está descartada. Igualmente, Cepeda dijo que la puesta en libertad de Pablo Emilio Moncayo y Josué Calvo, y la entrega de los restos del mayor Julián Guevara, muerto en poder de las Farc, dependía ahora, no sólo de las gestiones en curso, sino del problema de las bases militares. Además, según ese activista, el rescate de los otros 22 secuestrados militares y policías, de los que no se habla ahora, depende de que se inicie “el proceso del intercambio humanitario”.
Antes del asesinato del gobernador Cuéllar, el gobierno había aceptado las exigencias de las Farc para liberar a Moncayo y a Calvo. Ahora las Farc ponen nuevas dificultades. Por eso la riposta de Uribe: “¡Tras de ladrones bufones!”. Y la orden de intentar el rescate militar de todos ellos. Pero nada sobre lo que propone el cardenal Castrillón.
La propuesta inicial de éste muestra que un alto prelado de la Iglesia católica creyó en un momento que el gobierno actual podría dar un salto hacia atrás en materia de seguridad. Que tras una atrocidad lo adecuado era hacer un gesto de capitulación. Eso es inquietante. ¿Fue ese llamado del cardenal un globo de ensayo? ¿Para ver qué candidatos y que sectores se colgaban a eso?
El extraño episodio del cardenal Castrillón muestra, en todo caso, que algunas personalidades, que deberían ser prudentes en lo que dicen por las consecuencias políticas que tienen sus palabras, olvidan a veces qué son y qué han sido las Farc.
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