jueves, 31 de diciembre de 2009

Colombia no es aislada

Editorial

El Mundo, Medellín

Diciembre 31 de 2009

No podemos aceptar esa especie de certificado que le acaba de extender el principal periódico colombiano al coronel Chávez de que consiguió lo que buscaba.

Al hacer un balance de la política exterior colombiana durante el año que termina, centrado especialmente en las dificultades con algunos vecinos derivadas de la firma del Acuerdo de Cooperación Militar con EEUU, el editorialista de El Tiempo llega a la conclusión de que “la confusión de la política de Obama hacia Colombia, los tambores de guerra que sonaron en la frontera con Venezuela y la neutralidad de la mayoría de los países de la región frente a la crisis colombo-venezolana dejaron al país en una posición solitaria e insostenible”. Aun coincidiendo con el colega en algunos apartes de su análisis, como el referido a la mejora en las relaciones con Ecuador que deberían llevarlo a una conclusión menos pesimista, nosotros, por el contrario, pensamos que, pese a las vicisitudes que hemos debido sortear y al bajo perfil que ha caracterizado, en general, nuestra política exterior, no es Colombia sino Venezuela la que termina el año aislada y en el reducido grupo de las naciones parias, por cuenta de las malas alianzas y los delirios belicistas del coronel-presidente Chávez.

En cualquier ámbito que se mire y a la luz de los hechos, el aislamiento del régimen chavista fue creciendo a lo largo del año, mientras que el Gobierno colombiano fue ganando en respeto y consideración a medida que aquél extremaba sus ataques, injurias y amenazas, y llevaba la ruptura de relaciones diplomáticas al campo económico, con el bloqueo infame del intercambio comercial que causa daños irreparables en las dos economías. En el ámbito sudamericano, por ejemplo, con excepción de Bolivia, el cacareado tema de las bases gringas y la supuesta amenaza que aquellas representarían para la seguridad de la región se fue enfriando paulatinamente hasta quedar prácticamente enterrado en la cumbre de Unasur, en Quito, a finales de noviembre, a la que no asistieron los ministros de Relaciones Exteriores y Defensa de Colombia, en una acertada decisión que aquí aplaudimos porque constituyó, como escribimos entonces, una clara demostración de seriedad, firmeza – sin exageraciones – y, sobre todo, de dignidad, que es lo que se venía perdiendo en los últimos tiempos por una mal entendida prudencia ante los constantes y cada vez más agrios y desafiantes ataques del coronel-Presidente Chávez y su socio Morales.

Pero el hecho que mejor revela la soledad en que se ha ido sumiendo Chávez en su enfrentamiento con Colombia es la paulatina mejora de nuestras relaciones con Ecuador. A fines de enero, después de once meses de haber roto unilateralmente sus relaciones con Colombia, el gobierno Correa comenzó a bajar el tono de sus exigencias y a dar señales de que quería entrar en un proceso de normalización. En sendas declaraciones a la prensa de ese país, el ministro de Defensa, Javier Ponce, y el de Seguridad Interna y Externa de Ecuador, Miguel Carvajal, reconocieron que su país estaba prácticamente invadido de campamentos y laboratorios de procesamiento de droga, pertenecientes a organizaciones ilegales, de los cuales en el último año habían logrado descubrir y destruir más de 200; anunciaron un aumento del pie de fuerza y de los recursos para combatir la criminalidad en la frontera y calificaron de muy positivo el anuncio colombiano de crear una unidad de elite, del Ejército, Marina y Fuerza Aérea, para la recuperación del orden público en la zona limítrofe.

Después vinieron los contactos entre los cancilleres de ambos países que terminaron en el histórico encuentro de Nueva York, a fines de septiembre, donde se trazó una “hoja de ruta” para la normalización de las relaciones que, como se sabe, se ha venido cumpliendo rigurosamente, hasta el punto de que el año termina con la reapertura de las embajadas a nivel de encargados de negocios y es muy probable que en los primeros meses del 2010 las relaciones alcancen su plena normalidad, como todos, ecuatorianos y colombianos, esperamos. La palpable demostración que ha dado el presidente Correa de que actúa con independencia y fuera del círculo de los incondicionales de Chávez ha tenido un efecto dominó sobre otros gobiernos de Sudamérica que aquél consideraba socios en la empresa contra Colombia. Está claro que, con excepción de Morales, los presidentes Lula, Bachelet, Lugo y Vásquez, e incluso la señora Kirchner, tácitamente la rechazan, aun cuando no lo hagan público para no crearse problemas.

En definitiva, a Chávez no le va quedando en Latinoamérica sino el apoyo de sus socios del Alba, aunque Morales ha bajado el tono de sus críticas y Ortega hace mucho rato que cerró su bocota con respecto a Colombia. A nivel del continente sí que es claro el deterioro de la imagen de Chávez, como se demostró desde la Cumbre de las Américas, de mediados de abril, donde brillaron los liderazgos de Obama y Uribe y quedó en ridículo el venezolano en su intentona de reincorporar a la brava a Cuba al sistema interamericano y conseguir que de un día para otro EEUU levantara el embargo económico, comercial y financiero a la dictadura de los Castro. A eso se agregan los contrastes entre la ponderada y aplaudida intervención del presidente Uribe ante la Asamblea de la ONU del 23 de septiembre y el bochorno que pasó en la misma el coronel Chávez; y entre la que tuvo el primero en la Cumbre de Cambio Climático en Copenhague, como protagonista del acuerdo final, y el ridículo papel levantisco que cumplieron Chávez y sus socios del Alba.

Por todas esas consideraciones, no podemos aceptar esa especie de certificado que le acaba de extender el principal periódico colombiano al coronel-Presidente de que consiguió lo que buscaba, es decir, aislar a Colombia y convertirla en un país paria, porque sucedió todo lo contrario.

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