Carlos Mauricio Jaramillo Galvis
El Mundo, Medellín
Febrero 26 de 2010
Han reaparecido las lluvias tras muchos meses de larga sequía en nuestro país y cuyos resultados son nefastos: miles de hectáreas deforestadas por los incendios e igual número de hectáreas de cultivos de pan coger convertidas en polvo y cientos de cadáveres de reses bovinas diseminados por los potreros.
El fenómeno de “El Niño” que aparece cada determinado tiempo y que es de fácil predicción en esta época de grandes avances tecnológicos, parece que en nuestro país no dejara las enseñanzas necesarias para mitigar y prevenir todos los eventos catastróficos que le acompañan, especialmente los señalados arriba, dejando maltrecha la economía del país y las finanzas de los pequeños y grandes productores agropecuarios.
En muchas partes del planeta con escasísima precipitación y por ello empobrecidas (el desierto de Negev en Israel, Afganistán, Burkina Faso, Níger entre otras) han servido de campos experimentales para cosechar, recolectar y conservar el agua y, a su vez, proteger los suelos, una actividad tan antigua como el hombre mismo que empezó con la excavación de la tierra para crear grandes pozos y que posteriormente se convirtieron en muros de contención para inundar grandes extensiones de tierra por escorrentía, a través de laderas desprovistas de vegetación y completamente lisas. Caballones según curvas de nivel, caballones semicirculares, caballones trapeizoidales, caballones de piedra según curvas de nivel, diques permeables de roca, caballones de extensión de agua y terrazas fueron técnicas utilizadas hace muchos años, las cuales están siendo rescatadas en la actualidad, pues lo costos de sofisticados sistemas de riego no tienen la efectividad en materia de producción agrícola, protección y conservación de suelo y cosecha del agua.
A pesar del abandono de estas técnicas tan antiguas de cosecha de agua, recientemente se aprecia un renovado interés, provocado por el incremento en la demanda de productos agrícolas y los altos costos energéticos, rescatando un legado importantísimo en materia de cosecha de agua y de rehabilitación de suelos áridos y semiáridos.
Un caso reciente de utilización de técnicas de cosecha de aguas es el de la aldea de Ranawa (Burkina Faso), cuyas tierras de labor habían sido abandonas, pues estaban endurecidas y yermas debido a la escasez de agua. Los campesinos de esta región, apoyados por una agencia internacional de cooperación, probaron una de esas antiquísimas técnicas señaladas arriba, frenando de esta forma la escorrentía consiguiéndose plantar árboles y cereales obteniéndose buenas cosechas.
En lo que respecta a la mejora de las condiciones hidrológicas de las laderas, un incremento de la infiltración, una progresión edáfica y vegetal (osificación) es otra práctica que termina por resolver problemas a escala regional y local. Un uso agroforestal adecuado por cada cultivador, una acertada extensión agraria para la población rural, la formación de agricultores y ganaderos mediante cursos prácticos sobre medidas conservadoras de la vegetación y del agua resultan de gran importancia. Al mismo tiempo, una política estatal de incentivos económicos para quienes emprendan y mantengan tales medidas de conservación resultan muy convenientes para el éxito de cualquier proyecto agropecuario.
En las huellas de nuestros antepasados están las soluciones de muchos de nuestros problemas y se trata de rescatarlas por más anacrónicas que nos parezcan. El agua cada día escasea más y nos urgen medidas que nos garanticen su presencia, especialmente en temporadas secas como la que empieza ceder. ¡Estamos a tiempo!
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