martes, 23 de febrero de 2010

¿Una OEA sin EEUU ni Canadá?

Eso suena muy bonito, pero está muy lejos de la realidad y el presidente de Méjico lo sabe.

Ayer se inició en Cancún, Méjico, la llamada Cumbre de la Unidad de América Latina y El Caribe, la misma que debe concluir hoy con otro “parto de los montes”: el anuncio de la creación de una nueva OEA, sin Estados Unidos ni Canadá. Hasta anoche, lo único que había trascendido a la prensa, a la cual mantienen alejada del lugar en que sesionan a puerta cerrada los presidentes y primeros ministros de 26 países, fue el discurso de instalación del presidente Felipe Calderón y algunos puntos que se filtraron a los medios del borrador del documento preparado y acordado, supuestamente por consenso, en la reunión previa de ministros de Relaciones Exteriores, el mismo que hoy debe ser sometido a la aprobación de los jefes de Estado y de Gobierno.

Lo del consenso está por verse, pues el canciller peruano, José García Belaúnde, había declarado antes de la reunión que Perú no veía condiciones para crear un nuevo organismo. Inclusive el presidente Alan García es de los pocos mandatarios – junto a los de Bahamas, Guayana, Santa Lucía, Surinam y Trinidad y Tobago – que no asiste a la cumbre de jefes de Estado. Según el mencionado acuerdo, lo que aprobarían los presidentes y primeros ministros es la fusión de las agendas de la Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo (CALC), integrada por 32 países, y el Grupo de Río, del que participan 24 naciones. Sería “un organismo regional para la discusión política de los asuntos comunes y la resolución de eventuales conflictos, de perfil similar a la Organización de Estados Americanos (OEA) pero sin la participación de Estados Unidos y Canadá”. Los cancilleres más activos – y eso muestra el carácter dominante de la reunión – han sido los de Ecuador, Venezuela y Bolivia. El de Ecuador, Ricardo Patiño, dijo que, una vez aprobada la nueva organización, encargarían a “un grupo de trabajo que durante un año y cuatro meses pueda preparar los estatutos para que, en una cumbre próxima que vamos a tener en julio de 2011 en Caracas, estemos ya en la posibilidad de aprobarlos”.

El presidente anfitrión, quien entrega hoy la Secretaría Pro Témpore del Grupo de Río a la presidenta Bachelet, a quien acompaña como invitado especial su sucesor, el presidente electo de Chile, Sebastián Piñera, pronunció un discurso inaugural bastante ambiguo, de corte conciliatorio y aparentemente hecho para quedar bien con tirios y troyanos. Él mismo no parecía seguro de si lo que se proponía con la “cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe” era la fundación de “una unión, una comunidad o una nueva organización”, pero en todo caso, “en esta reunión se debe dar el primer paso”, dijo, porque, para él, “el Grupo de Río y la Cumbre de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo son dos mecanismos poderosos y podemos convertirlos en uno solo, que se transforme en una sola voz que se alce por América Latina y el Caribe”.

Una frase del presidente Calderón para halagar o para apaciguar – vaya uno a saber – al coronel Chávez y sus cuates del Alba, fue la siguiente: “El sueño del libertador venezolano Simón Bolívar, de una sola nación americana, sigue vigente. Cuando nos dividimos y entramos en nuestras frecuentes confrontaciones perdemos todos y nos rezagamos frente a otras naciones del mundo”. Aparte de que en el contexto actual resulta traído por los cabellos el famoso “sueño de Bolívar”, es paradójico eso de la “nación americana”, sin EEUU y Canadá, es decir, sin Norteamérica.

Calderón remató su pieza convocando a la unión “sin demérito de aquello en lo que somos diferentes y sobre lo que pensamos distinto, sobre la base de anchas coincidencias que son mucho mayores que nuestras divergencias... Nuestro reto, el que afronta la región, no es un asunto de izquierda o de derecha ni de doctrinas, sino de pasado y futuro, de los valores de democracia para la justicia en libertad”. Eso suena muy bonito, pero está muy lejos de la realidad y el presidente de Méjico lo sabe. En esa cumbre que él preside están representados regímenes de extrema izquierda, para sólo citar dos casos, Cuba y Venezuela: en el primero, es un exabrupto hablar de “democracia para la justicia en libertad” y en el segundo, no puede hablarse de democracia en un país donde la oposición es perseguida hasta el exilio, la protesta pública es reprimida y la libertad de prensa y de opinión son cosa del pasado.

En cambio, a esa cumbre, convocada con la bandera de la “unidad” pero tras la cual está la manifiesta intención de Castro, Chávez, Morales y Ortega, de convertirla en el punto de partida de la “disolución de la OEA” – han hablado incluso de “dinamitarla” – no fue invitada Honduras dizque por estar fuera de la OEA, cumpliendo una sanción del Consejo Permanente de la organización. ¡Vaya contradicción! Resulta reprochable que Méjico, como anfitrión, y Colombia, Panamá, Costa Rica, entre otros, que avalaron – junto a EEUU – la elección del presidente Lobo como un proceso legítimo de expresión democrática del pueblo hondureño, se hayan prestado para esa jugarreta de los extremistas. Pero no obstante sus arrestos, y la aparente ingenuidad de quienes les hacen el juego, no creemos que consigan “dinamitar la OEA”, que – pese a sus graves fallas y a estar tan mal manejada en este momento – sobrevivirá mientras la sostengan sus grandes contribuyentes, Estados Unidos y Canadá.

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