Editorial
El País, Cali
Febrero 28 de 2010
Resuelta la incógnita sobre el referendo que autorizaría una nueva elección del presidente Álvaro Uribe, la política en Colombia adquiere una nueva dinámica, surgida de la certeza que tiene el país de que elegirá un mandatario distinto. Ahora, el desafío es conseguir que el país mantenga las decisiones que le permitieron arrinconar la violencia, crecer la confianza y volver a la discusión democrática para resolver los graves problemas sociales que golpean a la Nación.
Ayer dijimos que la decisión de la Corte Constitucional demostró la madurez de las instituciones colombianas. Hoy tenemos que reconocer la actitud respetuosa con que el presidente Uribe recibió la sentencia que trunca su tercera elección. Con ello dio un nuevo mensaje de demócrata, ese que los colombianos eligieron hace casi ocho años y cuya denodada labor se ganó un lugar de honor en el alma del pueblo colombiano. Del político capaz de enfrentar cualquier debate en forma vehemente, pero respetuosa. En fin, del Presidente que asumió con admirable empeño la tarea de recuperar la seguridad y dirigir su gobierno con el pulso firme que demandaba el peligroso momento en que asumió sus funciones como primera autoridad.
De su gobierno quedará como herencia irrenunciable la Seguridad Democrática. Uribe le demostró a Colombia que si se quiere progreso y desarrollo en todos los órdenes hay que tener un Estado capaz de derrotar el delito, sin importar su tamaño o condición. Que si se quiere tener confianza en las posibilidades que ofrece el país, es indispensable demostrar con hechos la voluntad de impulsar y proteger la iniciativa privada. Y que el Estado debe esforzarse por alcanzar el equilibrio y la justicia social, requisito indispensable para superar las tragedias que generan la pobreza, la inequidad y el atraso.
Por supuesto, aún quedan muchas cosas por resolver, como la reforma a la salud y el desempleo que hoy afecta al 14,6% de la población económicamente activa. Así mismo, y pese al enorme avance contra el narcotráfico, el paramilitarismo y las organizaciones guerrilleras, estos males siguen siendo amenazas a vencer. Como es indispensable derrotar la corrupción que carcome las arcas oficiales y la ineficiencia en que se debate la Justicia. Pero está claro que Colombia tiene el reconocimiento mundial como Nación democrática que lucha por su progreso y abrió sus puertas al comercio internacional.
Esas realidades marcarán la campaña electoral que se inició en firme con la sentencia de la Corte Constitucional. A partir de ahora y durante los próximos dos meses, los aspirantes de todos los partidos tendrán todo el espacio para hacer sus propuestas, desaparecida la sombra que generaba la realización de un referendo que llevara a la reelección del presidente Uribe.
Sin embargo, desde ya puede vislumbrarse que los colombianos no estarán dispuestos a abandonar políticas que han significado progreso y tranquilidad para su país. Ni aceptarán el regreso a los estados dialogantes donde la retórica y la vacilación impedían el combate contra los que un día pusieron en peligro su vida y su libertad.
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