Editorial
El Tiempo, Bogotá
Febrero 22 de 2010
A menos que ocurra algo inesperado, esta semana debería quedar concluida en Bruselas la negociación del acuerdo comercial que involucra a Colombia y Perú, de un lado, y la Unión Europea (UE), del otro. El tratado, que deberá ser ratificado por los respectivos parlamentos para entrar en vigencia, tiene que ver con el intercambio de bienes y servicios, como con normas relacionadas con las inversiones, un punto clave si se tiene en cuenta que el Viejo Continente es una de las principales fuentes del capital foráneo que llega al territorio nacional.
Si bien en un comienzo el objetivo era la discusión en bloque con los países andinos, es conocido que los gobiernos de Bolivia y Ecuador no creen mucho en este tipo de pactos. Ese factor hizo difícil el inicio del proceso, hasta que los europeos concluyeron que solo en Lima y Bogotá había ánimo de avance. No obstante ese escollo, hay que resaltar que incluyendo la que comienza hoy, fueron necesarias nueve rondas de negociación, un número normal dada la amplitud de temas considerados.
Estos incluyen, entre otros, aspectos como el acceso a los mercados de cada zona, los asuntos aduaneros y las medidas sanitarias y fitosanitarias que regirán en las relaciones comerciales. Si bien Colombia ya tiene acceso preferencial con algunos productos al mercado de los 27 integrantes de la UE -como parte del apoyo que se le da al país por su lucha contra las drogas ilegales- los beneficios que contempla el nuevo acuerdo son más amplios y no están sujetos a revisiones o renovaciones periódicas.
Es por eso que los productores nacionales ven con optimismo sus posibilidades, pues se trata de mejorar las condiciones de acceso de los bienes hechos en el país a un mercado común que cuenta con cerca de 500 millones de personas, que hace importaciones por 1,95 billones de dólares anuales y que tiene un ingreso por habitante de 32.000 dólares. En conjunto, la UE es el segundo destino de las exportaciones colombianas con ventas en el 2009 por 4.698 millones de dólares, según el Dane.
Y la intención es la de aumentar esa cifra. Por eso, es destacable que el 99,9 por ciento de los bienes industriales hechos en Colombia tendrá libre acceso al Viejo Continente tan pronto entre en vigencia el acuerdo, lo cual beneficiaría a sectores como cuero, textiles y confecciones o plásticos. No menos importantes son las posibilidades para el ramo agropecuario, pues habrá contingentes libres de arancel para el azúcar o la carne.
Una mención especial merece el banano, cuyos impuestos para entrar al mercado comunitario fueron reducidos de 176 a 114 euros por tonelada en el marco de una negociación en la Organización Mundial de Comercio, pero que los negociadores colombianos aspiran a llevar a 75 euros. Un campo adicional es el de las ventas de servicios, en donde también hay perspectivas llamativas, sobre todo en servicios de consultoría "call centers", traducciones en línea y actividades relacionadas con la informática.
Todo depende, sin embargo, de que la ratificación de lo pactado en Bruselas tenga lugar con relativa prontitud. Ese camino, lamentablemente, no se ve tan despejado, pues una serie de organizaciones de derechos humanos ya comenzaron su ofensiva mediática, con el fin de convencer a los eurodiputados de que no se puede "premiar" al Gobierno colombiano. En respuesta, representantes del sector privado le dijeron a una delegación europea que vino la semana pasada al país que ese tipo de actitudes golpean a la economía formal e impiden el surgimiento de oportunidades, aparte de desconocer los avances en la materia. Ojalá ese planteamiento triunfe, pues de lo contrario el TLC con el Viejo Continente puede quedar en el limbo, tal como ya les ha sucedido a los pactos firmados con Canadá y Estados Unidos, que siguen a la espera de una votación favorable.
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