viernes, 26 de febrero de 2010

La diplomacia de la izquierda

Lionel Moreno Guerrero

El Nuevo Siglo, Bogotá

Febrero 26 de 2010


Desde hace años me ha llamado la atención la actitud firme de los gobiernos europeos, socialistas como el de Harold Wilson en Gran Bretaña o derechistas como el de De Gaulle en Francia, respecto a toda iniciativa con tintes poco democráticos, pero al mismo tiempo deferente frente a los gobiernos y movimientos comunistas en otras tierras, especialmente en Latinoamérica. Era visible la simpatía hacia el régimen comunista de Fidel Castro y hacia la guerrilla de las Farc. El castrismo y movimientos afines se veían, no como violadores de los derechos humanos, sino como movimientos de “liberación nacional,” pero si algo tenía aires de amenazar las libertades en Europa, la tolerancia era cero. Las heridas de la crueldad fascista estaban abiertas, pero las de la utopía comunista (“democracia popular”) se ocultaban.


Sorprendentemente hoy, a pesar de los genocidios de Stalin, Mao y Pol Pot, aún perdura la simpatía izquierdista por aquellos que dicen buscar el bienestar de las masas mediante la represión de las libertades, de allí que los gobiernos izquierdistas, europeos o americanos, defiendan activamente o, en el mejor de los casos, se abstengan de criticar, a gobernantes que violan los derechos humanos y atentan contra todas las libertades, aunque dentro de sus países defiendan dichas libertades y derechos.


Este trastorno de doble personalidad internacional lo estamos viendo hoy día en el tratamiento de gobiernos izquierdistas, como los de España y Brasil, hacia Cuba y Venezuela. Nadie puede decir que Lula o Rodríguez Zapatero tengan inclinaciones dictatoriales, pero para ellos Chávez y Castro son demócratas. Lula salió de Cancún a reunirse con los Castros y Chávez, para un “encuentro de amigos” y para discutir el plan de inversiones brasilero en Cuba. ¿Alguna palabra en pro de los prisioneros políticos o de las libertades públicas? No, imposible cuando Lula, el año pasado, “celebr(ó) la postura constructiva de Cuba en el sistema de derechos humanos de las Naciones Unidas”. ¿Y Venezuela? “Yo creo que Venezuela es una democracia”, afirmó. La actitud española es parecida. A las críticas sobre su actitud complaciente frente a Chávez, a pesar de las nacionalizaciones de propiedades de españoles, las violaciones a las libertades y la expulsión del eurodiputado español Luis Herrero, Moratinos respondió esta semana (probablemente sin ruborizarse) que España mantiene frente a Venezuela una “actitud pragmática… constructiva y exigente… un diálogo constante que ha permitido preservar el estado de derecho, la seguridad jurídica, la libertad de expresión, el respeto a las minorías y el clima de entendimiento”. Respecto a Cuba, España lideró la iniciativa para que la Unión Europea levantara las sanciones que le impuso en 2003, concesión que Castro no reciprocó y actualmente propugna la derogatoria de la Posición Común de 1996, según la cual Europa exige a La Habana avances en democracia y derechos humanos a cambio de cooperación. Cubanos y venezolanos deben estar muy agradecidos a estos dos defensores de la democracia en Latinoamérica.

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