domingo, 21 de febrero de 2010

El regreso de la censura en Colombia

Eduardo Mackenzie

Colombian News, París

Febrero 20 de 2010

El Consejo Nacional Electoral (CNE) ordenó sacar del aire un audiovisual de la campaña del candidato conservador Andrés Felipe Arias, con el argumento de que ese video causaría un “daño” a algunos políticos de la oposición. Ese video denuncia en realidad la nefasta influencia de las Farc y de Hugo Chávez en la campaña electoral colombiana. Ese acto del CNE es una medida liberticida que muestra que los censores están agazapados y dispuestos a ponerle a la sociedad colombiana, al menor descuido, una mordaza. El acto del CNE debe ser denunciado como un atentado contra la libertad de expresión y de información. Lo que pretenden Gustavo Petro y Carlos Gaviria, quienes saludaron la medida del CNE, es quitarle la palabra a quienes están dispuestos a denunciar la subversión armada y sus aliados políticos, tanto los más visibles, como los más disimulados.

Días antes, politiqueros del Polo habían intentado otro tipo de censura: acallar la voz de los hijos del presidente Álvaro Uribe. Según ellos, Tomás y Jerónimo Uribe no podían mostrar sus simpatías por una u otra candidatura. ¡Qué muestra de sectarismo y de miedo ante los hombres libres! Fabio Valencia Cossio, ministro del Interior, tuvo que intervenir para deshacer la sucia maniobra. Dijo que Tomás y Jerónimo no eran funcionarios públicos y que tal petición equivalía a decretar la “muerte política” de dos ciudadanos. No fue nadie del CNE quien defendió esa tesis. Fue una ex magistrada de esa entidad, Nidia Restrepo, quien dictaminó que no había “ninguna ilegalidad en que los hijos del Presidente respalden candidatos”.

Es evidente que lo sufrido por Andrés Felipe Arias y por los hijos del presidente Uribe hace parte de un mismo esfuerzo: impedir que los partidos mayoritarios se expresen libremente en la campaña electoral. Se trata de una primera maniobra antidemocrática de los sectores minoritarios que piensan que podrán avanzar obligando a los colombianos a escuchar una sola cosa: las versiones de la oposición. Si no se hace nada contra esa tendencia, muy pronto los censores inventarán otros pretextos para silenciar a otros candidatos.

Marco Emilio Hincapié, presidente del CNE, trató de justificar su chocante iniciativa aduciendo que se trataba de “evitar que haya malestar en la actual contienda electoral”. ¿Malestar? ¿En qué país vive ese funcionario? El verdadero peligro contra la paz social no son los candidatos, son quienes asesinan a los candidatos. Las Farc tratan de instaurar un clima de terror en la campaña electoral. ¿No sabe Hincapié lo que las Farc acaban de hacer en el Guaviare? ¿El sangriento atentado contra el candidato conservador José Pérez Restrepo, donde seis personas perdieron la vida, no le preocupa al CNE?

Luego de la marejada de frases asesinas contra el presidente Uribe, del baile escabroso de “testimonios” falsos contra Colombia, como país que no debe ser “premiado” con un tratado de comercio con la Unión Europea, como hicieron en Bruselas los agitadores de la CUT, sin que los señores del CNE hayan creído necesario intervenir, pues para ese instituto nada de esa agitación tiene que ver con las elecciones, el súbito acceso de pudor mediático del doctor Hincapié aparece como algo extravagante y parcializado.

Si fuera cierto que se trata de “evitar que haya malestar en la actual contienda electoral”, Hincapié debería sancionar lo que distribuye en esos momentos, en todo el país, y en el extranjero, sin ninguna justificación, el semanario comunista Voz: “Uribe es el responsable de las acciones criminales del DAS”; “El Ejército asesinó tres campesinos”; “Este gobierno es despreciable y plutocrático”. ¿Tales frases no causan un “daño”, ni crean “malestar” en la campaña electoral? Tales declaraciones afectan y causan obviamente un daño evidente al honor y al buen nombre del presidente de la Republica, del Ejército colombiano y del gobierno en general. El CNE, empero, no toma medidas. Su arbitraje es, en consecuencia, selectivo.

¿Qué diferencia hay entre el clip de Andrés Felipe Arias y la campaña difamatoria de Voz? Arias no inventa nada, no llama a nadie criminal. Lo que dice su clip es lo que los políticos dijeron ellos mismos. Voz, en cambio, vehiculiza mentiras y amalgamas, hace pasar rumores como verdades, etc. Hincapié, sin embargo, se abstiene de criticar la violenta propaganda de Voz. Curiosa manera de ejercer las funciones que le fija la ley y de ser imparcial.

La verdad es que hay una tremenda confusión en el CNE sobre la correcta aplicación de conceptos como “publicidad electoral ofensiva”, “publicidad negativa”, “difamación agresiva” y “prácticas ofensivas”, que ese organismo parece querer utilizar. El CNE no puede ir más lejos de lo que dice el derecho positivo colombiano sobre la injuria, la calumnia, la difamación y la apología del delito. Inventar otros “delitos” como “publicidad ofensiva” o “propaganda radicalizada”, o “improperios o desafueros”, es totalmente ilegal. Si ello se olvida, en las próximas semanas sabremos, por ejemplo, que una foto de Piedad Córdoba con dos jefes de las Farc en Venezuela fue censurada pues constituía una “publicidad negativa”, lo mismo que una foto de Gustavo Petro con su admirado Hugo Chávez. En otros términos: la decisión citada viola, en mi opinión, la ley 130 de 1994, en especial su título VI (artículos 22 a 30), así como la resolución 65 de 1996 y el decreto 2241 de 1986.

Si la operación del CNE pasa bajo silencio, mañana los censores irán más lejos. Con sólo calificar de “propaganda radicalizada y ofensiva”, o de “difamación agresiva”, podrán demoler toda crítica del terrorismo, y los esfuerzos de comunicación de los candidatos y de los partidos que no sean de su gusto. Carlos Gaviria quiere aprovechar este incidente para ilegalizar la candidatura de Andrés Felipe Arias al pedirle al CNE que tome “medidas drásticas”. Así Colombia, quien es uno de los países más libres en materia de libertad de expresión, se desliza hacia la pérdida de una nueva parcela de su democracia.

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