Pablo Izquierdo Juárez
Diario Exterior, Madrid
Febrero 26 de 2010
Perplejo se queda uno al leer todo lo que está pasando después de la muerte de Orlando Zapata. Los rituales exasperantes de la vieja política europea se suceden en un barullo de declaraciones retóricas que lejos de tranquilizar justas indignaciones nos conducen al desánimo y a la tristeza. En medio de esa tristeza se encienden lucecitas tibias. Zapatero encendía una en Madrid, pero su ministro Moratinos y otros le ponían pantallas opacas.
Ha muerto una persona por culpa de un régimen despiadado y tiránico. Su madre, Reina Tamayo, lo quiere enterrar en Banes, en la provincia de Holguín, donde está su casa. Denuncia que “sicarios” la vigilan y otros cortan las carreteras para evitar “incidentes” y los amigos puedan acompañarla. Pero unos cien lograron pasar y los dolientes incluso repartieron café a las fuerzas de seguridad que sitiaban la casa. Clama Reina Tamayo por su hijo Orlando y por los que aún quedan en la cárcel. Pide al mundo ayuda para ellos.
Los hermanos Castro culpan de todo a los Estados Unidos y evitan que la prensa oficial cubana cuente nada. Si el tema no fuera tan grave estallaríamos todos en carcajada general, pues el general desprecio por semejante “bobada” lo tienen ganado de sobra.
Ha estado bien la Alta Representante de la Política Exterior y Seguridad Común de la UE, la laborista británica Catherine Ashton, al pedir a las autoridades cubanas la liberación "incondicional" de todos los presos políticos, incluyendo a los detenidos y condenados en 2003. Lo que no sabemos es si este cargo, de nombre tan largo, servirá para algo.
Ha estado bien Zapatero cuando ha pedido la liberación de todos los presos políticos. Pero este gobierno de España nos tiene acostumbrados a decir una cosa y la contraria al mismo tiempo. Desde hace años están empeñados en minar y cambiar la Posición Común de Europa frente al gobierno de la Habana y creen que el milagroso “diálogo” que propugnan pertinaces traerá mejores frutos. Por eso Miguel Ángel Moratinos, Juan Pablo de la Iglesia o Elena Valenciano al tiempo que expresan condolencias se ratifican en su manera de ver las cosas.
En Madrid, diputados europeos, miembros de parlamentos nacionales, le han sacado los colores al eficaz diplomático español Juan Pablo de La Iglesia. Este señor es hoy nada menos que Secretario de Estado para Iberoamérica. Un diputado portugués de centro derecha, José Ribeiro de Castro, ante la insistencia del funcionario español de cambiar la Posición Común le espetó que “el único que no cambia nada es el régimen cubano y le señaló que el problema no son los 13 años de mantenimiento de la Posición Común europea sino los 51 de vigencia del régimen de los Castro”. Solo un diputado esloveno se mostró de acuerdo con Moratinos y De Laiglesia, el señor Franco Juri, que entre 1993 y 1997 fue embajador en España y en Cuba y que pertenece a la coalición de centro izquierda Zares. Los demás no, e incluso el lituano Emanuelis Zingeris propuso que la UE se dote de un "programa especial" para "regímenes" como Cuba y Venezuela, con los que no se debe "trabajar sólo con política de puertas abiertas".
Siento envidia, la verdad, al comprobar la sensibilidad especial que tienen para la cuestión cubana o venezolana estos diputados europeos, no españoles. También un poco de vergüenza, dicho sea de paso. Si no quieren hacer caso a Moragas o a Rajoy por eso de “mantenerla y no enmendarla” que pregunten nuestros diplomáticos de izquierdas a compañeros suyos, también de izquierdas, que estuvieron en Cuba, cual es la mejor manera de conducirse con el régimen de los hermanos Castro. Lo saben en todas las Cancillerías europeas sean sus gobiernos de izquierdas o derechas. Otra cosa es que lo digan abiertamente. Cuestión de retórica e intereses que no pueden confesarse.
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