domingo, 28 de febrero de 2010

El futuro de la Universidad

Jaime Restrepo Cuartas *

El Tiempo, Bogotá

Febrero 28 de 2010


Frente al llamado del doctor Moisés Wasserman, rector de la Universidad Nacional de Colombia y prestigioso investigador en ciencias básicas, para que los candidatos actuales a las corporaciones legislativas, sea al Senado de la República o la Cámara de Representantes, para el período 2010-1014, nos pronunciaremos sobre lo que debe ser el futuro de la educación superior en Colombia, y su vinculación con la modernidad, quiero hacer las siguientes consideraciones.

Yo, como rector que fui de la Universidad de Antioquia y como profesor universitario por más de 25 años, pudiera haber iniciado mi labor legislativa en la Cámara de Representantes por 'la U' con propuestas alrededor de las leyes que regulan la educación en el país, pero preferí iniciar con la Atención Integral a la Primera Infancia para los niños y niñas más pobres del país (de los niveles 1, 2 y 3 del Sisbén), lo que conlleva alimentación completa y balanceada los 365 días al año, desde el embarazo de las madres, hasta los seis años, con el objeto de acabar con la desnutrición infantil, lo que no permite desarrollar en el cerebro funciones primordiales que no se adquieren después de los seis años, como la atención, la memoria y la capacidad de integrar conocimientos.

Cualquiera pudiera creer que esto no tiene que ver con la educación superior, lo que no es correcto, pues el desarrollo cerebral es esencial para fortalecer la capacidad de aprender, permanecer en la escuela, integrarse al sistema educativo, vincularse con los procesos de formación avanzada y responder con capacidad intelectual en la investigación de alto nivel científico. Si no existe una estructuración adecuada de la mente, jamás llegaremos a mejorar nuestro nivel educativo en cualquiera de las etapas formativas y tendremos que contentarnos con un Gabriel García Márquez, un Rodolfo Llinás o un Manuel Elkin Patarroyo cada cien años.

El Gobierno tiene ahora el reto de reglamentar la Ley 1295 de 2009, para que iniciemos el proceso con la primera infancia. Paralelo a ello, la nueva Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación (Ley 1286 de 2009) nos ofrece nuevos instrumentos con el objeto de que las universidades se relacionen con los sectores social y productivo y las investigaciones transiten por el camino de la pertinencia, para lograr que los nuevos resultados del conocimiento le sirvan al país en la solución de sus problemas fundamentales. No la ciencia para las publicaciones en revistas arbitradas y los ascensos en la escala social de los investigadores, sino el saber para transformar la sociedad.

La Universidad ha sido tradicionalmente aislada. Los jóvenes salen de las aulas como buenos teóricos, la experiencia de los profesionales curtidos en los oficios no llega a las cátedras, los procesos de regionalización de la educación superior son incipientes y, por tanto, las zonas más pobres no tienen suficiente acceso a la formación profesional y menos a la investigación o a la vinculación con los problemas sociales de las comunidades, en una época de violencia, víctimas, hambre, desempleo y desplazamiento forzado.

Para empezar, qué bueno una universidad relacionada con el sector social y productivo, internacionalizada, emprendedora, vinculada con las regiones del país, que comprenda que la investigación es un proceso que se inicia en las ciencias básicas, pero termina en la solución de los problemas fundamentales de la sociedad, que no le dé temor a innovar nuevas formas educativas, que transite por la virtualidad y haga de la racionalidad el eje del aprendizaje y no lo concentre en la memorización. En últimas, que sepa que la dignidad se adquiere con el conocimiento y que este debe ser motor del progreso y la equidad social.

* Representante a la Cámara por la U, Ex rector de la Universidad de Antioquia.

No hay comentarios: