Editorial
La República, Bogotá
Martes 23 de Febrero de 2010.
Hay negocios que es mejor depurarlos muy bien para saber si son tan buenos y rentables como a primera vista lo aparentan.
Un buen negociante diría: ¡que bueno venderle energía a Venezuela! Pero detrás de esa eufórica afirmación hay mucha tela que cortar antes de lanzarnos en plancha por los petrodólares de Hugo Chávez.
El vecino país atraviesa por una de las situaciones más dramáticas en su historia reciente en materia de suministro energético. Los constantes racionamientos han puesto en jaque la maltrecha economía venezolana, que hoy se cuenta como una de las más inflacionarias del mundo, sólo superada por dos países africanos que son caso perdido en materia económica.
Como país hermano, en casi todos los puntos de vista, es nuestro deber acudir en su ayuda ahora que nos necesitan para frenar sus apagones. Colombia tiene una buena red generadora de energía y los embalses están por encima del 55 por ciento, capacidad que puede satisfacer parte de las necesidades venezolanas y sería una actitud inapropiada desde el punto de vista "de hermandad" no venderle al Gobierno de Chávez y a nuestros hermanos esos kilovatios que necesitan para resolver el problema del racionamiento.
Obviamente, detrás del gesto de "buen vecino" hay un negocio muy interesante que redunda en beneficios económicos para las empresas generadoras. Pero detrás de ambas justificaciones, de por qué hacerlo, hay unas consideraciones de tipo estratégico que bien se pueden traer a colación en estos momentos.
La primera tiene que ver con el negocio en sí mismo, o sea, temas puntuales como la cantidad de energía a venderles a los venezolanos, el precio del kilovatio, la duración y las condiciones de pago. No podemos olvidar que Venezuela no es el Estado más eficiente a la hora de pagar u honrar los compromisos adquiridos. Testigo de ello son los cientos de empresarios colombianos que tienen que esperar meses o años para que los dólares provenientes del régimen chavista se hagan efectivos en Colombia. En pocas palabras, no es por la plata en sí misma, pues el dinero tarda en llegar.
El segundo aspecto es puramente estratégico en materia política. Chávez ha demostrado ser un gobernante de amores y de odios en contra de Colombia y nadie sabe con qué ánimos amanece. Los casos sufridos por Almacenes Éxito y Argos hablan por sí solos; un día aparece en los medios de su país desafiando a los empresarios colombianos con toda suerte de expropiaciones y de cierres comerciales, mientras que en otras ocasiones los trata como verdaderos hermanos.
Las autoridades minero energéticas colombianas deben ponderar bien la operación de venta de energía a Venezuela, pues la transación va mucho más allá que un simple negocio de kilovatios. También juega un papel muy importante el respeto que Chávez les de a nuestros empresarios y gobernantes.
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