José Félix Lafaurie
La Patria, Manizales
Febrero 27 de 2010
Empezó la última ronda de negociaciones con la UE en Bruselas. Mucho está en juego. Unos ganan y otros pierden. Así de crudo. Cada sector trata de ver reflejados sus intereses estratégicos tanto para lograr una buena penetración del mercado de referencia o, si es el caso, defenderse de las amenazas que trae el nuevo competidor. La tarea de los negociadores es justamente encontrar un buen equilibrio como país, pero con un balance neto positivo en materia de comercio exterior.
Hay sectores ofensivos y otros no, lo que depende de muchas cosas, pero sin duda, el éxito de una posición negociadora para un sector depende de la unidad y defensa que la cadena productiva sea capaz de hacer. Me temo que, así como en el sector cárnico hemos mantenido la unidad y en consecuencia estamos logrando algunas ventajas ofensivas para incorporarnos al mercado de la Unión Europea con éxito, no suceda lo mismo para el sector lácteo. Un sector clave y decisivo para apaliar la pobreza rural, pero que irracionalmente está fracturado por la visión cortoplacista de la industria, que lejos de entender el juego de agregaciones de valor de la cadena para que todos los eslabones sumen, lo entienden como el aprovechamiento injustificado de las grandes asimetrías de poder que hoy coexisten en el sector lácteo para aprovecharse tramo a tramo de sus ventajas.
Pues bien Asoleche, de cara a la negociación con la UE vuelve a dar un zarpazo y en una reunión pública con el equipo negociador del Gobierno, de manera inconsulta traiciona los principios de unidad de cadena y los consensos alcanzados en la Comisión de Mercados Externos al interior del CNL, tomando una posición independiente y contraria a lo pactado. De esta manera le facilita a los negociadores un margen adicional de negociación que sin duda, pondrá en riesgo la defensa justificada de los intereses estratégicos de la cadena, pues en río revuelto…
No sé bien qué tendrán en mente. Los ganaderos no sólo nos hemos opuesto a la inundación del mercado interno con leche y derivados foráneos, sino que hemos promovido un nivel de protección a la importación de productos lácteos que alcanzan hoy niveles arancelarios prohibitivos del 98% para la leche en polvo y 94% para los lactosueros, sólo por una razón: para proteger el ingreso de cientos de miles de pequeños productores cuyo único factor para sobrevivir se deriva de la venta de leche fresca. De no ser así, no me cabe la menor duda que la industria en vez de ampliar su capacidad instalada, comprar más leche y dársela a los sectores populares a precios razonables, optaría por traer leche en polvo con precios distorsionados por los inmensos subsidios que ofrecen los países desarrollados, y luego procesarla y dársela en quesos y derivados de alto valor comercial a los sectores de mayores ingresos.
Hoy, desde Bruselas, donde escribo estas líneas, el sector está sometido a que por la falta de unidad de criterios al interior de la cadena, ingresen a nuestro país leche en polvo, lactosuero y quesos a través de contingentes que no paran de crecer en el tiempo, convirtiéndose en sí mismos, en una liberación total del mercado en el largo plazo; a que se ponga en riesgo el sistema de franjas de precios, o por lo menos su componente fijo, sistema que constituye el único mecanismo de protección efectiva en frontera con que cuenta la cadena láctea colombiana; a que se importen productos que no sólo han recibido una amplia ayuda interna al productor, sino que también pueden haber recibido subsidios directos, distorsionando cada vez más su precio y por lo tanto generando una competencia desleal para el productor nacional. Con todos estos elementos en juego, la posición de la cadena láctea es muy complicada por decir lo menos, todo por cuenta de fractura en la posición unificada que hasta hace poco había al interior del sector y que fue rota por Asoleche.
Menudo lío, Dios proveerá, pero de seguro, los ganaderos no nos quedaremos con las manos cruzadas.
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