domingo, 21 de febrero de 2010

¡Suéltenlos ya!

Editorial

El Universal, Cartagena

Febrero 21 de 2010

Si no fuera por el sufrimiento de los secuestrados de más de una década, por las Farc, nadie le pondría atención a la teatralidad cínica de esa guerrilla, sólo válida en la mente enferma de sus dirigentes, que pretenden mantenerse vigentes a costa de los sentimientos destrozados de sus prisioneros y de sus familias.

Cualquier análisis tiene que partir de que las Farc son las responsables únicas de tomar y mantener rehenes, y de torturarlos con su trato inhumano, que incluye vejámenes como encadenarlos, hacerlos caminar por terrenos inhóspitos durante horas, alimentarlos mal y alojarlos peor. Habiendo cometido la estupidez de secuestrar a muchas personas, la única solución racional sería que los liberaran de inmediato para evitar aumentar su barbarie, y ahondar la herida causada al pueblo colombiano.

Las Farc no tienen autoridad moral para hablar de Derechos Humanos, a menos de que fuera para admitir que los pisotean todos los días. No sólo secuestran y asesinan, sino que reclutan niños y niñas menores de edad a la fuerza, abusan de las jóvenes, las obligan a abortar, y fusilan a sus cuadros con cualquier pretexto, usualmente nacido de la paranoia de sus jefes.

Entregados los rehenes, las Farc no tendrán más que hablar con los colombianos, de los cuales se desarraigaron hace años, para vivir en un submundo distorsionado, sólo para poder ser su eje imaginario.
No percibir su realidad patética ni su irrelevancia social es uno de sus defectos mayores, y también la causa de buena parte de la popularidad de su archienemigo, Álvaro Uribe, quien sin el proceder sanguinario y abusivo de las Farc no hubiera sido presidente de Colombia, ni reelegido sin sus éxitos militares contra ellas.

Las Farc sólo existen por el narcotráfico, la extorsión, los secuestros, y por la transfusión masiva que les da Hugo Chávez desde Venezuela, ya no tan soterrada como antes. Jamás podrían existir a través del apoyo del pueblo colombiano, como lo llegaron a tener parcialmente en una época, en la que tenían algo de credibilidad, aun entre sus contradictores.

El desaire de la “silla vacía” al presidente Pastrana en El Caguán abrió la puerta a la intimidad de las verdaderas Farc, y de su arrogancia, demostrada durante esas conversaciones que las desacreditaron dentro y fuera del país, porque se comenzaron a mostrar como son.

El afán de hacer teatro y politiquería electoral alrededor de la liberación de los secuestrados, uno de cuyos símbolos es el cabo del Ejército, Pablo Emilio Moncayo, es parte de su terquedad de ganar estatus de beligerancia, para mantener la ficción de que pueden hablar de insurgencia legítima, a Gobierno, es decir, casi que de tú a tú con el estado colombiano, y de que les levanten su calificación de terroristas por la Unión Europea, Inglaterra, los Estados Unidos y la mayoría de los países serios del mundo.
Dios quiera que se acabe cuanto antes el sufrimiento de los secuestrados, y la película de su liberación por parte de las Farc y de quienes intentan medrar a su alrededor.

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