lunes, 25 de mayo de 2009

Alvaro Uribe espera por la campaña de las guerrillas. El presidente colombiano busca una segunda reelección

Por Frank López Ballesteros

El Universal, Caracas

Mayo 24 de 2009

La posibilidad de que el presidente Álvaro Uribe opte a una segunda reelección en 2010 mantiene divididos a los colombianos; temen un deterioro de su democracia, pero más aun, que las guerrillas retomen fuerzas envenenadas por la venganza. 

Para un grueso de la sociedad, la reelección representa un quiebre en la institucionalidad del país: doce años de gobierno bajo una sola figura sería arriesgado para la democracia, sin menospreciar que las FARC y el ELN saben que cuatro años más con Uribe sepultarían sus objetivos de ser reconocidos como una fuerza política. 


La postulación del mandatario a una segunda reelección "es una decisión que depende no sólo de su voluntad, sino de cómo se desenvuelvan los acontecimientos políticos en los próximos meses", dice Rafael Guarín, analista político de la Universidad del Rosario, en Bogotá. 


Las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) aumentaron sus ataques, y en tiempos electorales nada es más provechoso para el uribismo que esta situación. 


Si la oposición concentra sus estrategias electorales en 2010 en el "acuerdo humanitario y la solución negociada al conflicto por la vía del diálogo", que es lo que tanto defienden las FARC, Uribe no dudaría en relanzarse. 

Ágilmente, el gobernante está consiguiendo poner a prueba a toda una fuerte oposición para desentrañar hasta dónde pueden y quiere llegar para frenar un tercer mandato en 2010. 


El Presidente sabe que goza de una alta popularidad (59% del electorado lo reelegiría según una última encuesta) y que a donde enfile su discurso, recibirá aceptación. 


Es contra ese precepto que están luchando los oponentes a otro período. Por ser popular no debe haber perpetuidad. 

Contra las convicciones 


Por un lado, Uribe sabe que por razones personales y relacionadas con la democracia, no es bueno que se reelija nuevamente, "pero también está consciente -sugiere Guarín- de que no puede permitirse que en 2010, ante la falta de un buen candidato, terminen perdiéndose los avances y sacrificios hechos contra las guerrillas". Lo que ha quedado demostrado es que el mayor temor de Uribe es que su Política de Seguridad Democrática (PSD), que permitió destruir el axioma de que las guerrillas eran invencibles y restituyó la confianza en las fuerzas militares, quede sepultado bajo las ambiciones que tienen las FARC y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) por una cuota de poder. 


Colombia no ha logrado la paz con Uribe, pero sí un respiro que por muchos años sus antecesores no habían logrado. Ese es el mayor logro de Uribe y es lo que más perturba a la oposición. 


Luego de que el Senado aprobara el martes la reelección de Uribe, la discusión pasará a la Sala de Conciliación del Congreso, donde senadores y diputados tendrán que debatir la propuesta, la cual, asegura el presidente del opositor Polo Democrático Alternativo (PDA), Carlos Gaviria, "será rechazada por su inconstitucionalidad". 


La reelección de Uribe se ha vuelto tan compleja que muchos de los senadores de agrupaciones conservadoras que lo apoyan son contrarios a su tercer mandato en la Casa de Nariño. Para los colombianos, la reforma constitucional de 1991 les dejó por sentado que la alternabilidad es fundamental para mantener el orden. 


A pesar de que Uribe goza de popularidad, su segundo período ha estado perturbado por escándalos que prometen seguir pasando facturas: nexos de sus congresistas con paramilitares; interceptaciones de comunicaciones a magistrados, líderes políticos e incluso a miembros de su propia bancada, y ahora los asesinatos extrajudiciales por parte de militares. 


El ahora ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos luce como posible sustituto de Uribe. A pesar de lo que se dice, Guarín advierte que Santos sería "el candidato uribista que más fácilmente puede ser derrotado por la oposición: le falta carisma y expresión", y eso será vital para esta campaña electoral. 


Nadie cree que Uribe quiera ser recordado como un autócrata, pero sí como el gran pacificador de Colombia. El riesgo es que en la búsqueda de ese anhelo se sigan corrompiendo los medios, y el país no lo toleraría. 

 

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